El Correo de Burgos

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CÓMO imaginar el camino a seguir en una ciudad que sin querer es la nuestra y heredada después de poco más de un milenio. Torre de guardia en lo alto del actual castillo que miraba al río para velar por el horizonte incierto entonces y por casualidad, encrucijada de caminos como se dice. Peregrinos, caminantes, comerciantes, reyes, reyezuelos y cuatreros inventaron la ciudad donde se asentaron militares, gremios, curas y algún oficio tan viejo como el mundo. Lo cierto, Burgos en mil cien años ha visto nacer y morir diecisiete generaciones de abuelos que dejan padres y estos a sus hijos. Una media de 65 años por cada generación donde se conservan o no, los genes y apellidos. Es difícil imaginar estos mil años que digo, pero es muy fácil visualizar el paso de las agujas del reloj atemporal cuando salta de generación en generación como el segundero de un Omega. A una distancia de un centímetro las 65 marcas se abarcan con tres cuartas de una mano. Ha dado tiempo a que la ciudad se defina con un perfil muy claro y enseñe su cara para ser reconocida. El comercio, las artes, la historia bajo la atenta y sosegada mirada del Arlanzón le ha visto crecer hasta casi doscientas mil almas. Hay turismo, poco pero suficiente para el esforzado comercio y hostelería que abre en verano e invierno. Sin duda nos caracteriza y salva de la quema, la incipiente industria que atrajo a pobladores del campo y nació como polo de desarrollo poco después de la última guerra entre hermanos. Dos polígonos industriales, al este y oeste limitan nuestro crecimiento hacia estos costados, Gamonal y Villalonquéjar acotan como un intervalo matemático los diez kilómetros en números redondos que tiene esta vaguada alargada. Prohombres los ha habido y hay que apuestan cada día por generar riqueza en naves, almacenes, factorías y que doblan el metal como papel de fumar. La tecnología y cualificación en nuestra industria está a la altura de las circunstancias y más. Prohombres anónimos de verdad que pudieron haberse marchado hace tiempo y siguen aquí por el apego a su tierra y no quieren homenajes. Otros hay a los que casi a diario se los hacen. Pero algo pasa que a pesar de los pesares, nuestros hijos prefieren volar lejos a ciudades más grandes. Qué inventar, qué diseñar para que se queden y en lugar de perder mil burgaleses al año, los sumenos. Qué estará en la cabeza de nuestros concejales y alcaldesa, qué harán y qué no, en qué cosas discutirán y en qué se les irá la vida en los escaños, mientras el tiempo pasa.

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