El Correo de Burgos

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EN EL TÉRMINO municipal de la localidad de «El Tiemblo», en la provincia de Ávila, se encuentran los toros de guisando, un conjunto escultórico peculiar formado por cuatro verracos de granito. Todas miran al oeste, a la loma del cerro de Guisando, del que reciben su nombre, dejando a sus espaldas el arroyo Tórtolas, frontera natural que divide los territorios de Castilla y León y Madrid. Constituyen una de las expresiones artísticas más representativas de la España prerromana. Las interpretaciones sobre el origen de estas esculturas han sido variadas. Para unos, se trata de elementos con fines funerarios o religiosos, con poderes de protección de los ganados del pueblo vetón que allí vivía. Para otros, constituían simples demarcaciones de caminos.

Este fantástico lugar ha estado presente en algunas importantes obras literarias españolas como en El Quijote de Cervantes o en El mejor maestro, el tiempo de Lope de Vega. Sin embargo, son unas palabras de Federico García Lorca las que les han dado un valor mágico, casi místico en su obra Llanto por Ignacio Sánchez Mejías: «…y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar tierra».

En este paraje natural se firmó el Pacto o Tratado de Guisando el 19 de septiembre de 1468 en el que se alcanzó un acuerdo entre Enrique IV de Castilla y la futura Reina Isabel la Católica, que apenas contaba con diecisiete años de edad, por el que era proclamada princesa de Asturias y reconocida como sucesora legítima del trono de Castilla. Este hecho histórico marcó el futuro de España.

El pasado 31 de octubre de 2023 la actual princesa de Asturias, heredera del Rey Felipe VI, juró la Constitución Española de 1978 en el hemiciclo del Congreso de los Diputados ante los poderes del Estado, legislativo, ejecutivo y judicial. Un evento de gran trascendencia para la comunidad política española. En su discurso nos pidió que confiáramos en ella. Eso dependerá de que desarrolle su labor con entrega, trabajo, disciplina, discreción y, sobre todo, ejemplaridad. Y ojo con los colaboradores de los que se rodee. Un escritor africano de la Antigüedad, oriundo de Cartago, sentenció que más peligroso y alarmante es el enemigo que, bajo apariencias de una falsa paz, adula con ocultos designios y, por tal proceder, merece el nombre de serpiente. Leonor, cuídate de los reptiles que siempre están acechando.

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