El Correo de Burgos

Obiturario

Se apaga una voz

El director de EL CORREO DE BURGOS recuerda al artista Juan Vallejo, fallecido este lunes

Creado:

Actualizado:

Me conoció él a mí, años antes de que yo tomase conciencia de mí mismo. Viajando en pantalones cortos por el Gamonal que vivimos de jóvenes. El suyo aún más telúrico (le gustaba mucho ese término) que mis años mozos en el barrio. Con su corpachón, su vozarrón, y su iracunda diatriba contra sus inconsistentes e incoherentes enemigos se hacía notar en las calles del barrio. Lo cuento así porque Vallejo, que era un tipo extremista, bailaba sobre los extremos. Un tipo anticlerical como él pasará a la historia por sus frescos en el monasterio de San Pedro de Cardeña. Incluso una de sus últimas resurrecciones fue su serie dedicada a Saulo en Patmos. Nada que ver con su último y confundido paso por el Arco de Santa María. Vallejo merecía mejor epílogo, pero es difícil poner punto final a la trayectoria de alguien que apila cuadros de la manera que Vallejo produjo en sus mejores años. Visitando su estudio de Gamonal hace veinte años pude medir las dimensiones de su talento. Habitaciones llenas, en la casa de su madre, de láminas, cuadros, bocetos y trapos. Poco sé de pintura, pero sí que tanta producción a ese nivel es algo extraordinario. Parece que lo digo con cariño, que sí, pero cuando le planté cara siendo yo un veinteañero, apelé a que nos conocíamos de toda la vida para que empezase a escribir a máquina porque escribía con tan mala letra que le odiaba seriamente. Era yo entonces un becario obligado a picar sus interminables artículos de opinión en Diario 16 de Burgos. Su letra era atroz. Intentaba fusionar la caligrafía poética de Alberti, siempre fue muy copión, con sus propias letrajas de tal manera que esa mixtura se aproximaba a mi propia penosa caligrafía. Por asociación natural, el entonces director del Diario 16 de Burgos, el difunto José Luis Estrada, me encalomó sus artículos de opinión. Me gané el cielo, su respeto y cierta camaradería gamonalera. Él ya era una estrella. Muy intenso y a salto de mata entre Madrid y Burgos. Al margen de su perenne y fútil pelea contra el caciquismo en Burgos, se significó especialmente en la reivindicación de la figura de Marcos Ana. Tanto empeño le puso que estoy convencido de que sin Vallejo nos hubiéramos olvidado de este poeta. Vallejo, que se llamaba Juan y tomaba descafeinado de sobre con leche muy caliente y echaba las vueltas a la máquina, se cruzó en mi vida mil veces. Fue uno de los grandes, de estatura nacional. Le faltó ser maldito en Burgos para que se le ponga una plaza por aclamación. Cuando arrancó en Gamonal fue tan maldito como cualquiera, quizás porque supo poner precio a su talento y no tragó con lo que no quiso, hoy se le trata como un pintor casi foráneo. Nada más equivocado. Vallejo, Juan, era burgalés doliente. De los que, cuando la situación era mucho más benevolente que ahora, siempre daba un paso adelante. La Catedral de Burgos no luciría como la vemos sin Juan Vallejo. Su cruzada contra el deterioro que sufría la Seo ha terminado en una de las catedrales mejor conservadas. Sin Vallejo presionando, no estaríamos aquí. Y quien más se beneficia, mejor lo sabe. Vallejo y sus mil batallas perdidas. Pero una de las semillas que plantó sigue creciendo. Hace casi 25 años, Vallejo fue uno los intelectuales burgaleses que aportaron su patrimonio para alumbrar en mayo de 1999 el DIARIO XXI, padre de nuestro actual EL CORREO DE BURGOS. Despedimos a Vallejo, Juan, desde lo más profundo de nuestra existencia y reivindicamos desde aquí su elevación al Olimpo de los artistas burgaleses, con sus luces y sus sombras. Como a los demás. Se ha ido Vallejo, una voz se calla. Pocas quedan.

Juan Vallejo, pintor y artista, nació en Burgos en 1949 y falleció el 20 de noviembre de 2023 en Madrid a los 74 años.

tracking