El Correo de Burgos

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NO SABEMOS si es cosa de hace meses o poco acá que nuestro día a día ha cambiado. Bares de toda la vida que cierran por jubilación y sin posibilidad de traspaso, abren pasado un tiempo con un lavado de cara. En la barra no faltarán pinchos de sota caballo y rey cuando desde primera hora escuchamos música latina facilona y letra pegadiza que cuenta historias cutres. Los ritmos hispanos conquistan nuestros espacios sagrados, salas de espera, halls de hoteles y cabinas de ascensor. La bachata, el reggaetón, el merengue y la frenética Kizumba, atacan los nervios a las ocho de la mañana cuando lo que apetece es ver noticias mañaneras en la TV al olor del café caliente, tostada y ojeada a los titulares de prensa en papel. La hostelería de cercanía tiene cada vez menos sabor a lo de siempre y se echa en falta el tú a tú de antes cuando quien estaba al otro lado del mostrador te conocía por tu nombre. La mano de obra está que arde en este negocio y en otros, ahora que los autóctonos hemos aprendido mañas y no queremos servir sino todo lo contrario, mejor ser servidos. Me cuenta mi informador y esforzado hostelero que cuesta Dios y ayuda encontrar a gente joven con ganas de ganar un jornal honradamente de camarero. Que muchos preguntan en la primera entrevista de trabajo, si los fines de semana se descansa o no. Con estos mimbres, pocos cestos. En otros oficios como el de la construcción y el mundillo de la reforma, más de lo mismo. La crisis de los diez años jubiló a los buenos oficiales que rondaban los cincuenta y tantos, sin dejar escuela de aprendices y peones. El arranque prematuro del ladrillo aún reciente, agota la escasa cualificación y no encontramos quien además de querer, sepa lo que hay que hacer. Subirse a un andamio resulta todo un poema, al margen de riesgos laborales que hay que anticipar, controlar y asumir, nadie quiere pasar frío ni calor colocando envolventes térmicas por el exterior o simples ventanas. Cada vez tenemos más idiomas internacionales a los que hay que dictar órdenes, hasta el punto que en ocasiones parece que estemos levantando una torre de Babel. Hemos sustituido a los encargados de obra por expertos en traducción simultánea. España no ha sabido reaccionar con anticipación viéndolas venir ante este gran déficit de especialización en los oficios de todo tipo. Los padres queremos que nuestros hijos no sean menos, mejor médicos, ingenieros, abogados o vete tú a saber. Lástima que nuestro sistema educativo no cuente con una formación profesional audaz y dignificada tan necesaria. La bien pagá.

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