El gabinete
'Napoleón', un pobre análisis psicológico
En la ciudad de Burgos no se tiene mucho aprecio a Napoleón. La invasión francesa supuso un importante expolio de arte y destrucción de patrimonio, actos esperados de un personaje que ni apreciaba las iglesias, ni las pirámides de Egipto, ni la vida; en Burgos, los sillares de las iglesias se usaron como leña para calentar a los soldados. Cualquier guía turístico te lo puede recordar: los franceses no aportaron nada bueno a nuestra geografía. A pesar del desastre causado por nuestros vecinos, fue precisamente en España donde empezaron a ser derrotados, Bailén 1808.
Quizá por todo esto, resulta un tanto molesto que ni se mencione a España en esta superproducción. La película de Napoleón no es un documental histórico, pero queda claro que el director Ridley Scott quiere aumentar la gloria británica y ridiculizar la francesa, y de paso, cualquier competidor histórico como España debe ser ninguneado.
Los británicos son expertos en alargar la sombra de la leyenda negra española, siempre hay un piso más en el descrédito, en este caso, por omisión. Cambiando de ángulo, Joaquin Phoenix no movió ni la comisura de los labios durante dos horas y casi me muero de aburrimiento de tanta rigidez facial.
Por decir algo bueno, diré que me han gustado las batallas. Parece ser que lo más destacable de la película es el análisis psicológico del protagonista. Por sus escritos y biografía sabemos que el emperador corso era una persona megalómana, narcisista, cruel y misógino.
En la película no se refleja su inteligencia, ni su carisma, ni su necesidad de control. El director británico lo describe como un ser pusilánime, es reflejado como un tonto, un torpe que no se le da bien nada, sólo algunas las batallas…
Y sólo percibimos su megalomanía cuando se pone -él mismo- la corona de emperador. Infumable.
El cine anglosajón es especialista en la publicidad, en diseñar carteles llamativos y en crear expectativas sin fundamento. Es una película superficial que no aborda ni las relaciones sentimentales, ni la relación complicada con su madre.
Su amor tóxico por Josefina tampoco es creíble y no aparece por ningún lado su misoginia, no refleja bien la relación entre un megalómano, Napoleón, con Josefina, una mujer que le dice: «Tú eres nada sin mí».