El Correo de Burgos

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HOY ES lunes y primer día de diciembre, último de este año que se nos escurre entre los dedos sin que nada podamos hacer. La noticia del día puede ser la confirmación del nuevo candidato a la alcaldía por el PSOE. La de Olmillos de Sasamón tenía muchas opciones y la corazonada me dijo que ella sería la ganadora, me falla la intuición mucho últimamente. Entre Esther Peñalba y Daniel de la Rosa se han repartido el cariño los 300 afiliados con derecho a voto. De nuevo la cuestión del liderazgo remitido o lo que viene a ser lo mismo, cómo llegar al poder y no morir en el intento. En resumen, parece que la derecha nombra al sucesor desde dentro de la casa en petit comité, después de que los cuchillos duerman al alba. Sin embargo, la izquierda sabe dar un aire menos rancio y aparentemente, más abierto. Pero la cuestión pasa siempre por adivinar las entretelas de la hoguera de vanidades que ahoga a unos y otros. No hay demasiada diferencia en el fondo de ambos estilos, cuando al fin y al cabo son los que están, quienes apuestan por los que siguen. La política necesita más que nunca, aire fresco y seco del que poco queda dentro de las sedes y salones de plenos. Las nuevas juventudes han mamado demasiada mala leche que nunca les dejará ver la verdad espontánea que necesitamos. El próximo candidato a alcaldía puede ser y no ser. Mandar o no. Pintar mucho o poco. Quien sabe si quedará títere con cabeza y si la suma algebraica de concejales ponga de alcalde al menos pensado. El tiempo lo dirá pronto. Al primer paso de la oposición que ya anuncia al flamante contrincante, seguirá la confirmación o no del actual alcalde a seguir. Que intuyo, dirá que sigue, sin esperar mucho más. Ahora bien, la zanja que separa la intención de voto, de quienes serán votados, es cada vez mayor y se hunde en la sima de los confines de la tierra. Al mejor estilo Julio Verne. No se me ocurre hacer la pregunta apropiada para encontrar el método preciso por el que los candidatos salen de la voluntad del pueblo, allá cual sea cada tendencia política. Afiliados o comités internos carecen de la representatividad necesaria en los días que vivimos, contaminados y pagadores de deudas de otros. Los 300 afiliados han elegido, pero la cuestión es si han adivinado lo que piensan los 3.000 o los 30.000 y hasta los 60.000 compañeros burgales@s que no han tenido la posibilidad de elección. Mientras intuimos más de lo mismo y promesas electorales que ya no traga nadie, un temblor se palpa bajo los pies, en las aceras.

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