El Correo de Burgos

Emotivo adiós de los tres ex alcaldes en la disolución de la Corporación municipal

José María Peña, Ángel Olivares y Juan Carlos Aparicio se despidieron ayer en el último Pleno del mandato

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Burgos

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J. MAIQUES / Burgos

Tendrán que pasar muchos años para que se vuelva a repetir lo vivido ayer en el Ayuntamiento de la capital. Fue un día especial, casi irrepetible, en el que los tres ex alcaldes vivos de la historia democrática de la ciudad (el otro es el desaparecido Valentín Niño) se despidieron ayer de su vida política municipal en la celebración del último Pleno del mandato, el de la disolución de la última Corporación.

El primero en hablar de los tres ex regidores fue José María Peña, alcalde de Burgos entre 1979 y 1992 y concejal durante los últimos ocho años de la ya extinta Solución Independiente. Las primeras de sus últimas palabras desde la bancada del Salón de Plenos adquirieron tono de solemnidad e hicieron presagiar un discurso sentido y emocionado. No defraudó. «Ha llegado el momento de decir adiós», comenzó apenado y muy agradecido.

«Los 32 años en esta Santa Casa, con un intervalo de diez en medio, han marcado mi vida. Aquí he pasado los mejores momentos y también otros que lo han sido menos», apostilló. Y en esta coletilla se acordó, ya con un tono más fiel a su estilo, de «la incomprensión y la maldad de algunos". Peña se refirió, como es obvio, a la inhabilitación que lo tuvo aparcado de la vida política.

Recuperó el tono pausado y consiguió hipnotizar a una Corporación que no perdió detalle de sus palabras y que guardó un silencio sepulcral. Es probable que ningún rival político corrigiera esta crónica si se dijera que consiguió emocionarlos a todos.

En el momento más sentido de la mañana desnudó su alma y confesó lo que todos en ese Salón ya sabían: «Esta casa me ha permitido cumplir un sueño que tenía desde pequeñín: trabajar para mi Burgos y para los burgaleses. Aunque yo me voy de esta casa, mi corazón se queda aquí», añadió emocionado, serio y sin perder la compostura.

Luego llegaron los agradecimientos. Momento para el que se refirió, con todo el cariño, a los empleados públicos y en el que  quiso poner todo el énfasis del mundo. «Mi reconocimiento, mi profundo respeto y la enorme admiración a los funcionarios de esta casa. Me gustaría haberme despedido de cada uno de ellos pero aprovecho esta bancada para mandarles un abrazo a cada uno de ellos», expresó sincero.

A continuación se despidió de sus compañeros, dio las gracias a los periodistas y deseó suerte a la próxima Corporación. Y para el final se reservó el epílogo con el que resumió los más de 30 años de dedicación al Ayuntamiento. «Me voy con el deber cumplido, la conciencia tranquila y las manos limpias». Los corporativos aplaudieron sus palabras.

El siguiente ex alcalde en tomar la palabra fue Ángel Olivares, regidor con el PSOE entre 1999 y 2003. El socialista fue más breve y ahondó en un discurso más ideológico en el que también hubo agradecimientos personales. Confesó sentirse un «privilegiado» por haberse podido dedicar durante 37 años a «lo que me gusta». Una carrera política longeva en la que «he intentado trabajar con dedicación, esfuerzo e ilusión», y en la que «hemos luchado por los ideales en los que creemos», habló también en nombre del resto de compañeros del Grupo Municipal que dejan el Ayuntamiento. Lo que se ha pretendido, continuó, ha sido que Burgos sea más solidaria y más justa.

El todavía alcalde en funciones, Juan Carlos Aparicio, fue el último en hablar y expresó que ser regidor ha sido el cargo político «más complejo» que ha asumido «y en el que, por la cercanía, más he sentido el peso de la responsabilidad».

Aparicio se mostró especialmente sincero y humano cuando pidió perdón a las personas que, inconscientemente, pudiera haber hecho daño. Y tuvo palabras de agradecimiento para el resto de compañeros de Corporación. «He aprendido de todos y cada uno de ellos».

Fue una despedida, pero también un hasta luego. El sábado estarán los tres en la constitución de la nueva Corporación.

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