El Correo de Burgos

«El mundo está peor ahora que hace 25 años»

José Gozalo, trabajador humanitario de MSF, observa una falta de interés de los países ricos sobre los más vulnerables

-ISRAEL L. MURILLO

-ISRAEL L. MURILLO

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VALERIA CIMADEVILLA
Burgos

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José Gozalo lleva 21 años como trabajador humanitario de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF), aunque en realidad comenzó a involucrarse en proyectos de este tipo unos años antes con las Brigadas Internacionales de Paz y con el Comité de Solidaridad con América Latina de Castilla y León. Este vallisoletano, constructor de profesión, decidió acercarse a la organización en el año 1995 y dejar su currículum en la sede que tenían en Barcelona, «por entonces muy pequeña». «Por mi experiencia a nivel de construcción y rehabilitación me llamaron para encargarme mi primera misión, en Guatemala», asegura. Allí estuvo un año con dos áreas de salud en Izabal y el sur de Petén, trabajando con tres tipos de comunidades, indígena, afroguatemalteca y la población mestiza. En aquel momento su función era como logista administrador y gestionaba la infraestructura del proyecto para que el personal médico y local pudiesen trabajar. Asimismo, se encargó de la rehabilitación de varias instalaciones de salud y de la construcción de pozos. «Empecé por el espíritu aventurero y solidario, pero mi primera misión me enganchó de tal manera que se convirtió en mi trabajo», afirma Gozalo.

Después de aquel viaje, sus labores se ampliaron como coordinador logista y coordinador de terreno en diferentes países como Marruecos, Mozambique, Angola, República Democrática del Congo y Colombia, entre otros. En este último realizó más de 8 misiones, cerca de 7 años y medio. La primera vez que viajó allí, en 1998, tanto él como el resto del equipo de MSF, empezaron a identificar como se incrementaba la violencia sexual. En 2008 llevó a cabo su última misión en el país sudamericano, concretamente en Buenaventura, en el Valle del Cauca, considerada como una de las ciudades más violentas del mundo. «Fue un año crudo a nivel socio político. Por una parte estaba el inicio de la desmilitarización de los grupos paramilitares y por otro el repliegue de las Farc, la principal guerrilla de Colombia», apunta el expatriado de MSF. Aún así, incide en que este es un caso excepcional dentro de América Latina, debido a que es el único conflicto que está a punto de acabar en parte, gracias al acuerdo de paz firmado hace poco. En este sentido, recalca que pasará un tiempo hasta que se convierta en realidad. «Todavía hay grupos armados que no entran en ese acuerdo de paz y la situación no exime a la población de los mas de 4 millones de desplazados forzosos en el país de zonas rurales a grandes ciudades», resume añadiendo que la violencia sexual no sólo no ha desaparecido sino que ha aumentado de forma notable, acarreada por el conflicto.

Después de haber estado en multitud de lugares de todo el mundo intentando mejorar las condiciones de vida de las poblaciones que viven en situación vulnerable, donde los índices de mortalidad son muy altos, insiste en que las cosas no se han arreglado demasiado, sobre todo con la experiencia de haber vuelto a esos rincones donde viajo hace años. «El mundo está peor ahora que hace 25 años», subraya y aporta que hay una falta de interés total por parte de los países más ricos del mundo en que esto sea así. Ahora la culpa, según Gozalo, es de las multinacionales y empresas que vienen del norte, «que son las que practican el nuevo colonialismo».

Como ejemplo relata que hace un par de años, en 2014, estuvo destinado en South Quiubo, en República Democrática del Congo. Allí se encuentra una zona donde más coltán se extrae del mundo, un mineral que se utiliza para hacer los teléfonos móviles y ordenadores. Gozalo indica que las empresas, «mafias, diría yo, porque está armados y dan sueldo ridículos a la población local», escogen a mujeres y niños para sacarlo. «Las minas tienen un metro de diámetro y unos 20 metros de profundidad y cuanto más pequeña es la persona mejor». Por eso no se entiende cómo es posible que, si se compra tan barato llegue a alcanzar precios tan caros en el país de destino. «Una parte de culpa es del país de origen y otra del que lo recibe».

La misión más dura que recuerda el trabajador humanitario de MSF fue en Angola, en el año 2002, cuando acabó la guerra. Había una emergencia nutricional, sobre todo en niños. Eran tantos los que morían que tuvo que contratar a dos carpinteros para que fabricaran ataúdes pequeños. «Ha habido otras muy duras, pero esta me marcó. Eran miles y miles de niños que se morían nada más llegar a los centros nutricionales que teníamos, porque su estado era tremendo».

El lado positivo es que la gratificación personal y colectiva la ha percibido en todas las misiones. «Lo grande y bueno de MSF es que llega a lugares donde no hay otras organizaciones y al brindar asistencia médica la población nos acepta enseguida».

Debido a su situación personal, sus últimas misiones no duran más de tres meses. Tras todos estos años se siente privilegiado por haber tenido la oportunidad de conocer lugares y culturas que de otra forma no hubiera podido. También agradecido por todos esos miles de socios que hay en MSF, que hacen posible los proyectos que llevan a cabo. «Este tipo de trabajo te da la oportunidad de ver que el ser humano puede compenetrarse y trabajar con otra gente de otra razas, culturas y lenguas», finaliza Gozalo.

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