El Correo de Burgos

DÍA MUNDIAL DEL CÁNCER DE MAMA

«El voluntariado con pacientes oncológicos te ofrece más de lo que das»

Setenta personas conforman el equipo de voluntarios de la AECC que desarrolla su labor con pacientes

Fernando ofrece caramelos a una paciente en el hospital de día de radioterapia.-RAÚL G. OCHOA

Fernando ofrece caramelos a una paciente en el hospital de día de radioterapia.-RAÚL G. OCHOA

Burgos

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Como cada semana, Ana y Fernando acuden al Hospital Universitario de Burgos para colocarse una bata blanca y en la cara, su mejor sonrisa. Son dos de los setenta voluntarios que tiene la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Burgos para acompañar a los pacientes en el complicado viaje de la enfermedad.

Su papel es sencillo pero primordial para muchas de las personas que cada día tienen que acudir a su tratamiento con quimioterapia o radioterapia o que están ingresados en el hospital. Compartir una charla, intercambiar preocupaciones o simplemente sentarse a escuchar son solo algunas de las tareas que cada semana realizan «con todo el cariño del mundo», tal y como comenta Fernando.

Tanto él como Ana han sufrido la enfermedad de cerca. En el caso de Fernando con su mujer y Ana «con más familiares de los que puede considerarse habitual», explica. De sonrisa perpetua y voz afable se mueven en el área de radioterapia como pez en agua, ofreciendo un café, una mano o un comentario de aliento.

La AECC es una entidad de referencia en lo que a voluntariado se refiere. «Son el alma y el corazón de la asociación, el motor que nos mueve», comenta Ainhoa Burgaleta, coordinadora de voluntarios de la AECC y trabajadora social, quien explica que el voluntariado «llega a muchas y muy diversas áreas».

Si algo tienen en común la mayor parte de los voluntarios de la asociación es que «casi siempre han vivido la enfermedad en primera persona o en algún familiar o amigo cercano», señala la coordinadora.

Precisamente por esta circunstancia, a las personas que han pasado por la enfermedad «se les pide que haya transcurrido un año desde su recuperación con el objetivo de proteger psicológicamente tanto a ellas mismas como a los pacientes».

Y es que «puede suceder que el voluntario coincida con un paciente de su edad o que está sufriendo el mismo tipo de cáncer, empatizar y ponerse a llorar, la persona que está enferma no puede recibir esas emociones, necesita un voluntario que esté fuerte y positivo».

Además de este requisito temporal, los voluntarios que vayan a estar con pacientes «tienen que realizar una entrevista psicológica y realizar dos cursos de preparación, uno general centrado en la acogida al voluntariado y en el funcionamiento de la AECC y otro específico, dependiendo del área en el que vaya a desarrollar su labor», apunta la coordinadora.

En este sentido, Burgaleta recuerda que «no todos los voluntariados se centra en estar con pacientes y para quienes no se ven con fuerza para realizar esta labor hay otros espacios en los que nos pueden ayudar como son las carpas informativas o la marcha anual».

En lo que se refiere al voluntariado con personas, la asociación se centra en cuatros grandes áreas: cotidiano en el ámbito hospitalario, a domicilio, paliativos y niños oncológicos. El voluntariado cotidiano se desarrolla en diversos ámbitos.

En primer lugar y de lunes a viernes, los voluntarios acuden a los hospitales de día de quimioterapia, hematología y radioterapia con un carrito con productos donados por fundación Alimerka para que los pacientes desayunen, así como con prensa y revistas y productos de entretenimiento como crucigramas y sudokus».

El carrito es la excusa. Es la forma de que «los voluntarios capten las verdaderas necesidades de los pacientes y ofrecer servicios de la asociación como por ejemplo apoyo psicológico, acompañamiento domiciliario o hacer uso del piso de acogida, entre otras cosas».

Al margen de estas visitas diarias, los lunes y viernes «una voluntaria testimonial acude a las habitaciones de patología mamaria». La meta de esta visita es que la voluntaria «cuente su experiencia con el cáncer de mama y resuelva dudas y ofrezca trucos de la vida cotidiana a las pacientes».

Ya los martes por la tarde, los voluntarios se acercan a la planta de oncología para compartir un ratito de charla con los pacientes. Precisamente con el objetivo de dar una mejor respuesta a la necesidad de los enfermos esta acción se trasladó de la mañana a la tarde.

«Hablando con el servicio de Oncología nos dimos cuenta de que la soledad está más presente en las tardes que en las mañanas, cuando hay mucho más movimiento por las visitas médicas y de enfermería, desayunos y comidas o pruebas».

Así, «decidimos pasar esas visitas a las tardes porque ya sea porque están solos o porque por circunstancias familiares no tienen compañía y ha resultado un éxito». Precisamente esas visitas vespertinas son el momento preferido de Fernando. «Las personas se abren más, te permiten llegar más a ellos y a su vida y compartir experiencias», comenta.

A la planta acuden tres voluntarios y la propia Burgaleta porque «entramos de dos en dos a las habitaciones». Ya en las estancias «si detectamos que una persona está sola, apuntamos la habitación y cada mañana un voluntario se pasa por ella». También en este área de voluntariado, se engloba el denominado de bienestar y confort. «Se trata de acompañar a los pacientes que lo necesiten a consultas o a algún tratamiento o simplemente ayudarles a moverse por el hospital».

También en el hospital se desarrolla voluntariado con niños oncológicos. «El papel del voluntario es primordial cuando el colegio del hospital está cerrado, momento en el que nuestros compañeros realizan con ellos labores lúdicas y de entretenimiento, que además dan un desahogo a los padres», explica.

Fuera del HUBU, existe el voluntariado domiciliario.

El objetivo de este programa, que funciona a demanda, es hacer compañía al paciente o salir a pasear con él así como liberar al cuidador principal durante una horas. «Muchas veces esa persona no puede ni siquiera salir a hacer la compra, a tomarse un café o acudir a una clase de pilates, por ejemplo», comenta Burgaleta, quien hace hincapié en la importancia de «cuidar al cuidador».

Por último están los voluntarios que realizan su labor con pacientes en cuidados paliativos. «Por norma general se realiza en el propio domicilio, donde desarrollan una labor de acompañamiento».

Aunque el impacto psicológico puede aparecer en cualquiera de los ámbitos, en este caso concreto «es mucho más evidente». De hecho, Burgaleta explica que «es tremendamente importante cuidar al voluntario y por eso charlo con ellos de forma habitual, les cuido y les mimo».

Ana da fe de ello. «Es una profesional excelente, siempre está pendiente de nosotros y nos hace fáciles nuestras labores».

Cuando un voluntario finaliza un «voluntariado paliativo y el paciente finalmente fallece siempre les invito a acudir a la psicóloga de la asociación» y, en segundo término, «le damos un respiro, no se le vuelve a asignar una misma labor inmediatamente después».

Aunque puede, y es, una labor compleja y dura, el voluntariado con pacientes oncológicos «te ofrece más de lo que das». Así lo asegura Fernando quien, con solo ocho meses de ‘trayectoria’ y a pesar de trabajar a turnos, hace malabarismos para cumplir con su labor.

Dice sentirse «realizado y feliz de recibir más cosas buenas de las que yo estoy ofreciendo». Apunta que se trata de una acción «difícil y fácil a la vez porque los pacientes nos dan ejemplo de fuerza y de lucha continuamente».

Los voluntarios coinciden al señalar que la experiencia de vivir de cerca la enfermedad se implementa en el voluntariado. «La experiencia me ha permitido ver que aunque es duro admitir que se tiene cáncer, una vez queman esa etapa, la mayoría sacan fuerzas que ni siquiera ellos saben que tenían, ese es el ejemplo que me dio mi mujer, tenía fuerzas para todo», explica Fernando.

Ana, por su parte, llegó a Burgos con dos años de experiencia como voluntaria, pues en su ciudad ya colaboraba con la asociación. «Aposté por este voluntariado sabiendo que estar y charlar con los pacientes iba a ser más satisfactorio para mí que para ellos y el tiempo me lo ha demostrado», comenta y añade que «la cotidianidad nos permite crear lazos de confianza, ser como una familia que habla de cientos de cosas además de la enfermedad». Los pacientes «les adoran», asegura la coordinadora, «sin ellos la asociación no funcionaría».

Rostro de mujer

El perfil del voluntario de la AECC es claramente femenino. «La mayor parte son mujeres de entre 45 y 70 años», apunta Burgaleta, quien añade que «afortunadamente cada vez más hombres se empiezan a sumar a esta causa». En cualquier caso, en el apoyo a pacientes, la cifras hablan por si mismas, «más de un 90% de las voluntarias son mujeres».

Eso sí, a pesar de contar con un buen número de voluntarios, la asociación echa en falta a un sector concreto de la población: los jóvenes. «A veces nuestros voluntarios tiene que hacer tareas físicas para las que muchos ya no tienen la fuerza y la energía, tareas y acciones en las que nos vendrían muy bien manos jóvenes», comenta la trabajadora social.

Al margen de los voluntarios, la asociación cuenta con cerca de 200 colaboradores, personas que «no pueden dedicar como mínimo dos horas semanales a la asociación, pero que nos echan una mano en días puntuales como el día de la cuestación, que colocamos una treintena de mesas por la ciudad con un mínimos de cinco o seis personas», señala Burgaleta.

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