El Correo de Burgos

La UBU celebra a Vargas Llosa como "uno de los nuestros"

Un sencillo homenaje junto al tejo que representa al Nobel peruano en el Jardín de la Sabiduría sirvió para recordar que el literato "atesoraba todos los valores que pensamos que deben de transmitirse desde la universidad", de ahí la concesión del doctorado Honoris Causa en 2016

La profesora Sara Sánchez leyó varios pasajes de obras de Vargas Llosa. A su lado, el decano de Humanidades, Carlos Pérez, y el rector de la UBU, José Miguel García.TOMÁS ALONSO

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A la vera del tejo que lo simboliza para siempre en el Jardín de la Sabiduría de la UBU, poblado por ejemplares tan diversos como los Honoris Causa a los que representan, sonaron sus palabras como despedida. Lo era, y no, porque el legado de Vargas Llosa permanece. Y a él -a una selección "limitada y a la fuerza imperfecta" de su vasta obra- recurría la profesora de Literatura y coordinadora del Grado de Español, Sara Sánchez, para, sin intermediarios, evidenciar la maestría del recientemente fallecido literato peruano.

Fragmentos de sus obras más afamadas, de entre tantísimas, tales como 'La ciudad y los perros', 'Pantaleón y las visitadoras' o 'La fiesta del chivo' recordaban a los presentes las sobradas razones del homenaje que la institución académica rendía a quien en 2016 pasó a ser "uno de los nuestros", según subrayó el rector, José Miguel García, para reconocer la suerte y el orgullo que supuso entonces que el Nobel de Literatura aceptara la distinción de Honoris Causa.

"La universidad es el lugar del conocimiento, de la libertad de cátedra y de pensamiento, principios que guiaron también la vida y la obra de Mario Vargas Llosa. Él fue un humanista que nos enseñó que soñar estaba por encima de la vida convencional, que había que ir más allá, y, además, puso en duda el poder, que es la base del pensamiento crítico. Atesoraba, por tanto, todos los valores que pensamos que debemos transmitir", añadía, para asumir que el reconocimiento propuesto entonces por el decano de la Facultad de Humanidades, Carlos Pérez González, era casi obligado.

El artífice de aquello, y de esto, por extensión, ejerció de nuevo de padrino, como entonces: "Mario Vargas Llosa nos deja el fulgor de una literatura que no pidió permiso para decir verdades. Su prosa, valiente y sin concesiones, se ancla en la historia de América Latina como una grieta por la que se cuela la luz. Su obra fue una constante interrogación sobre la violencia, el poder, la dignidad y la libertad".

Ahondó el docente en las virtudes de un autor que demostró que la novela podía ser una "sinfonía de voces" y mucho más. "Todo en él era pregunta, duda, búsqueda, y en esa búsqueda nos permitió encontrar belleza y desgarro. Nuestro doctor Honoris Causa fue un gigante de las letras porque nunca dejó de ser en el fondo un joven de mirada encendida que escribía desde un hotel parisino, con hambre de justicia y palabras. Nos deja la dignidad de su pluma y el testimonio de que la literatura cuando es verdadera no duerme nunca", concluía.

A demostrar que tales valoraciones se sustentan en hechos, en realidad palabras que no morirán nunca, se dedicó Sánchez, que, como colofón, desafió el sol de justicia y ejerció de cicerone en un paseo por la creación de Vargas Llosa que aspiraba además a ser "una invocación a su mirada crítica, a su humor, su sensualidad, su capacidad de explorar el poder, el amor y la identidad a través de la palabra". 

Culminaba el viaje con la llamada a soñar que el propio escritor lanzó en Burgos, arropado por la comunidad universitaria, en un discurso dedicado a elogiar el que fue su oficio y el amor de su vida: "La literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las naciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella, porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia conclusa. Por eso, tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir imposible en posible".

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