El Correo de Burgos

CAMPAÑA ELECTORAL 26-M

Zamarrón se perfila como presidente de la Mesa de Edad del Congreso

Socialista histórico en Miranda y federalista convencido, solo pone una condición: entrar en las Cortes Generales «de la mano» de Esther Peña

Agustín Zamarrón.-ICAL

Agustín Zamarrón.-ICAL

Burgos

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No las tiene todas consigo Agustín Zamarrón. A la espera de que hoy concluya la entrega de acreditaciones, prefiere no dar por hecho que será el presidente de la Mesa de Edad del Congreso de los Diputados. Si algo ha aprendido este histórico socialista mirandés a lo largo de su trayectoria militante es que la prudencia nunca debe perderse de vista. Por eso aguarda con impaciencia la confirmación definitiva de una responsabilidad que asume con «satisfacción» porque a su lado, dirigiendo la Cámara Baja, estará Meritxell Batet, a quien admira por su «enorme sensibilidad moral y empatía».Zamarrón afronta el inicio de la décimo tercera legislatura en democracia con la «seguridad» de saberse «a las órdenes» de la secretaria general del PSOE en Burgos, Esther Peña. «Me miraré en ella y requeriré su consejo en cada paso que dé», afirma con la convicción de un veterano que se enorgullece de que las nuevas generaciones de su partido sean «mejores que yo». Lo único que pide, eso sí, es entrar en las Cortes Generales «de la mano»de Peña.La «serenidad» con la que Zamarrón encara su obligación más inmediata es fruto de una larga experiencia vital como médico y afiliado al Partido Socialista. Aceptó ser el número 2 en la lista de Peña en 2015. Sin embargo, el liderazgo electoral del Partido Popular y el empuje de Podemos frustraron su aterrizaje. Por aquel entonces, y también ahora, se puso a las órdenes de la agrupación municipal de Miranda de Ebro pese a considerar que se trataba de un «honor inmerecido». No en vano, el«compromiso» y la «colaboración» se sitúan, al menos desde su punto de vista, por encima de cualquier interés individual.Aunque lleva muchos años en esto de la cosa pública, el diputado más longevo del Congreso (73 años) se define a sí mismo como«neófito». Pese a su dilatada experiencia en política, aunque sea desde la barrera, aprende a diario de sus compañeros de viaje. La nueva cantera socialista le entusiasma. Luis Tudanca, sin ir más lejos, es un «hombre joven, lleno de fuerza y energía, con una serenidad grandísima y un cumplimiento demostrado de sus obligaciones». En su opinión, es el mejor candidato posible para presidir la Junta de Castilla y León porque «podría estar en otros lugares mucho más cómodo, pero ha estado siempre en la autonomía para defender a los que representa de forma directa e inmediata y con los mayores sinsabores desde una oposición ni atendida ni bien tratada».«Si los que me suceden no son mejores que yo, he fracasado». La renovación en política es necesaria y una retirada a tiempo augura futuras victorias. «Hay que saber ser y no ser», subraya consciente de que tarde o temprano toca «dar paso a los que uno ha preparado y montar a lomos del gigante». No le cabe duda alguna de que su querida Miranda seguirá cabalgando sobre seguro con Aitana Hernando, siempre «al servicio de la población, con los ojos y los oídos muy abiertos a la sensibilidad y a los problemas de la ciudad». Y aunque se hable de un previsible escenario de pactos, ve «factible» una nueva mayoría absoluta del PSOE para conformar un equipo de Gobierno «eminentemente humanista» con frentes aún abiertos como «la educación, la preservación de la salud y la asistencia, las necesidades de los dependientes o una serie de valores ecológicos basados en la virtud socialista de la solidaridad».De la misma manera que confía en la continuidad de su partido al frente de Miranda, Zamarrón está convencido de que Burgos y Castilla yLeón se despedirán del Partido Popular a partir del domingo. «Vivimos tiempos para esperanzarse porque hay muchas cosas que hoy no están en buenas manos». No solo se refiere al liderazgo de determinadas corporaciones locales y autonómicas. Si algo le preocupa sobremanera es la deriva autoritaria de muchas «potencias hegemónicas» y los «problemas» que atraviesa una Europa «convulsa» que percibe la migración como «algo destructivo y sorprendente aunque haya existido siempre».Este fenómeno, tan antiguo como la propia humanidad por mucho que algunos se empeñen en alarmar a la población, requiere una doble lectura. Por un lado, «los que vienen no pueden quedarse ahogados en el Mediterráneo, no puede ser una tumba». Por otro, la «mala administración» de Castilla y León en particular y de España en general ha desembocado en una «mala patria» que obliga a miles de jóvenes a hacer las maletas «huyendo del hambre, de la insatisfacción en el desarrollo de sus profesiones y de no poder contribuir a la marcha federal de los asuntos propios».Visto lo visto, Zamarrón cree que «hemos perdido nuestro futuro por la quiebra del sentido de un buen Gobierno». Y claro, habrá quien regrese, pero «no volverán todos».

Partidario vehemente de esa España federal que en su día planteaba Pi y Margall, el socialista más veterano del Congreso defiende la compatibilidad de identidades dentro de un proyecto común basado en el «respeto», el «futuro»y el «enriquecimiento de todos». Propenso a la escucha, aboga por el diálogo exento de prejuicios siempre y cuando la «racionalidad» prime sobre las ideas y se respete la Constitución, «la ley que nos hemos dado, que se puede modificar, pero que debe ejercer soberanía sobre todos nosotros y acatarla siempre».Tan solo esas dos líneas rojas frenarían cualquier vía de negociación con el «oponente racional y legítimo». En este sentido, celebra la designación de Batet y de Miquel Iceta como presidentes del Congreso y del Senado, respectivamente. Con esta decisión, el Gobierno de Pedro Sánchez ha colocado a dos dirigentes de «esa autonomía que tan mal nos trata» con el objetivo de «labrar un mejor entendimiento y reorganización» del país. En cualquier escenario, aunque la confrontación territorial vaya in crescendo, «tenemos que atender a aquellos que nos contradicen porque hay que valorar sus razones».De cara al futuro, y en calidad de médico, ofrece un diagnóstico de la situación política nacional «infinitamente mejor que hace unos días». Da por hecho que todavía «se tendrán que aplicar muchos remedios». No obstante, estima que «el enfermo ha tenido una convulsión interna que ha hecho aflorar sus elementos celulares dormidos». De esta forma, los «desilusionados» han dicho «basta ya» y la recuperación, aunque larga y costosa, parece ir por buen camino. De nuevo, Zamarrón volverá a ponerse la bata. No para operar, sino para aportar templanza en una Cámara con la crispación a flor de piel.

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