El Correo de Burgos

Aranda de Duero

Padres de Lucía del Mazo: “A mi hija la asesinaron en Aranda. Necesitamos Justicia”

La familia confía en que el Tribunal Supremo meta en la cárcel al arandino que atropelló a su niña de 22 años

Lucía da la merienda a su hija en un tiempo feliz para la familia

Lucía da la merienda a su hija en un tiempo feliz para la familia

Publicado por
Loreto Velázquez
Aranda

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Alicia y  Moisés llevan 1.690 días exigiendo Justicia para su hija, Lucía del Mazo, pero no llega. 1.690 noches de insomnio desde que su hija de apenas 22 años falleció en Aranda como consecuencia del golpe que recibió su coche, cuando un Porsche Cayenne, que circulaba a gran velocidad y sin luces, la embistió por detrás. Junto a ella iban su bebé y su marido, que por suerte, sobrevivieron. El conductor del coche de alta gama dio positivo en alcohol.

Para Alicia y Moisés, el reloj se paró también ese día. Hoy, superados los cuatro años de espera están lejos de ver entrar al culpable en la cárcel. El Juzgado de lo Penal número 2 de Burgos asestó la primera estocada al condenar al responsable de la muerte de su hija a dos años de prisión, una pena que no cumplirá por no tener antecedentes penales. Tampoco atendió sus reivindicaciones la Audiencia Provincial que no solo desestima el recurso de apelación de la familia. También la condenó a pagar las costas procesales.

"¡Iba sin luces, borracho y a toda pastilla, por Dios!”

Su última esperanza está en el Tribunal Supremo pero lo tiene difícil. La Fiscalía mantiene la petición de dos años de cárcel así con la solicitud expresa de que no entre en prisión. “Cada vez que lo pienso me dan ganas de vomitar. Es que no se entiende. La Fiscalía se supone que tiene que defender a la víctima, que es mi hija, pero aquí mira más por los intereses de un delincuente. A mi hija la asesinaron en Aranda, necesitamos Justicia”, reivindica la madre, convencida de que el dinero que “se apresuró” a ingresar en el juzgado el acusado, no puede servir para que eluda la cárcel. “Tiene que pagar por lo que ha hecho. ¡Iba sin luces, borracho y a toda pastilla, por Dios!”.

Tras conocer por los medios de comunicación que familias de víctimas de conductores borrachos, coordinados por la plataforma Change.org, han presentado en el Congreso de los Diputados 500.000 firmas para endurecer las penas; Moisés y Alicia se unen a la causa. “Matar no puede salir gratis. Hay que reformar el Código Penal”, apremia.

La petición afectaría a los conductores que se vean involucrados en un accidente en el que resulten víctimas mortales y en el que supere altamente la tasa de alcohol permitida, o conduzcan bajo los efectos de sustancias estupefacientes o de manera temeraria. En su caso, el causante de la colisión dio 0,94 miligramos de alcohol por litro de aire espirado, cuando el límite está en 0,25 mg/l. “No sabemos si iba drogado porque no le hicieron la prueba”, afirma.

Para Lucía, Moisés y Alicia la vida se truncó el 18 de febrero de 2018. Aunque vivían en Madrid, Lucía pasaba el fin de semana en una casa rural de Riaza cuando decidió, junto a su pareja, ir con su hija a cenar con unos amigos a Aranda de Duero. Al ver que su novio había bebido un par de cervezas, cogió ella de vuelta el coche. No quería arriesgar pero el destino le tenía preparado otro final. Cuando circulaban por la Avenida Castilla a la altura del número 72, una vía limitada a 30 Km/h., llegó el fatídico golpe, cuando el condenado atravesó un paso sobre-elevado previo a un paso de peatones, sin percatarse de que le precedía un Renault Megane. El impacto desplazó su vehículo 86 metros hasta que colisionó con un árbol de la mediana y con una señal de tráfico. Por su parte, el vehículo del procesado se desvió hacia la derecha como consecuencia del impacto, atravesó el carril bici y se subió a la mediana ajardinada hasta colisionar con una farola.

Dada la gravedad de las heridas, a Lucía la llevaron primero al hospital Santos Reyes pero como “estaban muy mal”, la trasladaron a Burgos. No había nada que hacer.

Su hija de dos años recién cumplidos tuvo más suerte pero sufrió una fractura proximal metafisaria de tibia izquierda sin desplazar, por la que precisó tratamiento médico ortopédico y farmacológico y tardó en curar 85 días. Como secuela le ha quedado una desviación de la pierna fracturada y la pena de vivir una vida sin su madre.

Su pareja, un joven de 25 años y padre del bebé, sufrió cervicalgia y lumbalgia postraumática y tiene estrés postraumático moderado.

Más suerte tuvieron el condenado y su acompañante. “El primero solo se llevó unas contusiones y el copiloto tuvo que ir al fisioterapeuta por la rodilla, pero sin más. Lo peor se lo llevó mi hija”, concluye el padre, con la esperanza de que el Tribunal Supremo “acabe con esta pesadilla”.

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