“La farmacia de pueblo cumple una función esencial”
David Castaño tiene la farmacia de Caleruega y el botiquín de Baños de Valdearados
David Castaño Carrascal podía haberse quedado en Madrid, donde comenzó a desarrollar su trayectoria laboral. Sin embargo, ha decidido apostar por el medio rural, por esa España Vaciada en la que muchos quieren vivir, y desde octubre de 2022 gestiona la farmacia de Caleruega. Además, tiene el botiquín de Baños de Valdearados.
La búsqueda no fue fácil. “Buscaba un proyecto viable y un traspaso que me pudiera también permitir. No fue sencillo y hay que buscar mucho, pero estoy muy contento”.
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Aunque Burgos es su tierra natal, ha decidido vivir en la Ribera del Duero, en uno de los pueblos más bonitos: Caleruega. “Aquí hay buena calidad de vida. Vivo encima de la farmacia y es un pueblo tranquilo, pero tiene mucha oferta cultural y, si te gusta la naturaleza, el entorno es maravilloso”, subraya, sin olvidar los servicios. “Para los habitantes que tiene Caleruega, hay bastantes”, señala con la mirada puesta en la gasolinera y su supermercado, en el hotel restaurante Prado de las Merinas; en el bar de la plaza y próximamente en la reapertura del bar Trébede.
David tiene 45 años. Estudió la carrera en Salamanca e hizo sus primeras prácticas en Burgos, en la farmacia de Rodrigo Moral, en pleno barrio de San Pedro. “Cuando finalizó el periodo de prácticas, me contrataron y allí estuve dos años. Luego me salió una oportunidad en Madrid, en un concepto de farmacia completamente diferente, en la calle Velázquez”. En la capital, aprovechó su estancia para empezar el doctorado en Ciencias Farmacéuticas, en la especialidad de Química Orgánica. “Fue duro porque fue mucho esfuerzo compaginar estudios y trabajo, pero fue una experiencia maravillosa”.
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Pero, ¿qué diferencias hay entre una farmacia de pueblo y una de Madrid? “Bueno, en Madrid era una farmacia muy potente, de alta facturación y con todas las categorías desarrolladas. Ahí trabajábamos 15 personas y era personal muy especializado. En Caleruega es muy distinto, estoy yo con mi compañera Sara, que lleva el botiquín. Aunque en Madrid los clientes eran casi siempre del barrio, aquí el contacto es mucho más directo, tanto con las personas como con el servicio médico, con el que se mantiene un diálogo interprofesional. Eso en Madrid apenas se daba”.
Al no tener médico todos los días, la figura del farmacéutico cumple en los pueblos una “función esencial”. “Aquí, sobre todo dispensamos medicamentos, pero también se les ayuda en cuestiones de autocuidado y seguimiento, y hacemos una función socio-sanitaria”.
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Esa máxima se cumple aún más en Baños de Valdearados, donde su compañera, Sara, gestiona el botiquín, cuya titularidad corresponde también a la farmacia de Caleruega. “Como en casi todos los pueblos, la mayoría de clientes son personas mayores, por lo que no tenemos apenas nada para bebés, pero si alguien necesita cualquier cosa, la conseguimos rápido porque trabajamos con las dos cooperativas más grandes”, señala David.
El vínculo es principal a la hora de atender. “Al final, vas conociendo y sabes cómo es cada uno, su historial, sus dolencias previas y sus necesidades”.
David fue uno de los farmacéuticos que participó en el programa ‘Escuelas rurales de salud. Educación sanitaria por el farmacéutico’, un programa social que promueve el Consejo de Colegios Profesionales de Farmacéuticos y que subvenciona el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El proyecto se desarrolló en 108 farmacias de Castilla y León, en municipios de menos de 5.000 habitantes. En la provincia de Burgos se llevó a cabo en 14 farmacias.
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La teoría llevada a la práctica se traducía en cinco charlas que buscaban fortalecer la cohesión económica, social y territorial de los entornos rurales “desprotegidos, frágiles o en riesgo de despoblación”, y mejorar la salud y la calidad de vida de la población rural, aprovechando la relevante función del farmacéutico. “Fue una experiencia muy útil a nivel preventivo y muy repetible”, termina David Castaño.