Soy ganadero y así afronto el futuro después de que el lobo matase a 37 ovejas
José Luis Arribas explica la huella que ha dejado en su cabaña el ataque de tres lobos

37 ovejas perecieron en el ataque de tres lobos
Históricamente, en Cilleruelo de Abajo (Burgos) nunca ha habido lobos, pero eso cambió el 10 de septiembre de 2024, cuando una manada, compuesta en principio por dos lobos adultos y al menos un cachorro aprendiendo a cazar, atacó a un rebaño de ovejas churras que dormía plácidamente en una tenada. “Cuando me avisó el pastor, fui corriendo y lo primero que vi fue 20 ovejas muertas. Había dos abiertas en canal, con todas las vísceras fuera, y luego había ovejas mordidas y aplastadas”, explica el ganadero José Luis Arribas.
Su primera reacción fue llamar a los agentes de Medio Ambiente, que son los que tienen que certificar los fallecimientos para que luego el Ministerio abone la correspondiente indemnización por ser el lobo un animal protegido. “La verdad es que vinieron a la media hora, pero luego han pasado cuatro meses y todavía no he recibido la indemnización”, lamenta a sabiendas de que sus ovejas tienen un valor extra por pertenecer al libro arqueológico de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Ovino de Raza Churra. “Es algo que no se valora en la indemnización”.

Jose Luis Arribas
Aunque en el primer recuento contabilizó 20 ovejas, la realidad se impuso. “De las veinte, había 10 mordidas y 10 aplastadas, pero luego, cuando las soltamos, tuve que recoger y llevar a casa otras trece, que estaban malheridas: 12 se murieron, una sobrevivió y luego otras cuatro murieron a las pocas semanas. En total certifiqué 37”.
A punto de cumplir cinco meses, José Luis sigue sufriendo los estragos del ataque. “La paridera de Navidad no fue tan grande como esperaba. Entre ovejas que no se preñaron y las que abortaron, tuve una merma de cerca de 100 lechazos, y ahora, en la paridera de febrero, hay muy pocas preñadas y estoy viendo muchos problemas, como corderos que nacen muertos o pequeños, lo que implica más riesgo y trabajo. Pero también hay madres que paren sin leche”, afirma, preocupado, porque la noche del ataque había 500 ovejas. “Solo están bien las 250 que esa noche estaban en la nave porque acababan de parir”.

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Los lobos fueron, además, muy poco oportunos. “A nivel económico, no pudieron elegir un momento peor. Estaba siendo un buen año, el precio estaba por fin un poco más alto y, sobre todo, había bajado el coste del pienso y el forraje, pero con la merma no pude rentabilizar”, lamenta.
José Luis cría lechazos de la raza Churra, amparados por la marca de calidad IGP Castilla y León. “Trabajo con cuatro parideras: una en febrero-marzo, que es la época más barata; otra en mayo-junio; luego en agosto-septiembre, y la última para Navidad, en noviembre-diciembre. El precio debería ser mayor porque cada vez hay menos ovejas de calidad en España, pero la pena es que los operadores comerciales solventan el problema trayéndolos de fuera, donde la trazabilidad es cero. Es una pena, porque el consumidor debería saber lo que compra y lo que come. La marca IGP es garantía de calidad”.

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Mastines protectores
Él lo tiene claro: el ataque le pilló completamente desprevenido. “Nunca habíamos tenido en esta zona problemas con lobos. Tenía ahí con las ovejas un mastín de seis meses, pero el pobre no estaba preparado y se escondió donde pudo”, lamenta.
Con la lección aprendida y a sabiendas de que los lobos “están criando muy cerca de Cilleruelo”, José Luis ha incorporado cambios de cara a proteger su cabaña. “Ahora tengo seis mastines: tres adultos, que funcionan fenomenal y además son muy dóciles, y tres pequeños, que estamos adiestrando”, señala, a sabiendas de que con los pequeños hay que tener “mucha paciencia”. “Para enseñarles hay que empezar pronto: al principio duermen con los corderitos y luego es estar todo el día en el campo”.
Aunque los seis mastines le han dado la tranquilidad que no tenía, “porque no hemos vuelto a tener ataques”, lo cierto es que el día a día no está exento de problemas. “Son muy dóciles, pero, al final, estamos siempre en el campo, y cuando se acerca un perrito o una bicicleta ladran y algunos se asustan o te dicen algo, y luego está la parte económica, el pienso de los perros es un gasto extra importante que nunca había tenido antes del lobo”.
A diferencia de otros ganaderos, que no encuentran personal de apoyo, él puede presumir de tener un pastor que funciona. “Trabajamos en equipo: él por las mañanas y yo por las tardes”, afirma, convencido de que es el único sistema para aguantar en extensivo. “No es que sea un trabajo muy duro, pero hay que venir todos los días”.
El panorama no es alentador. “Entre el precio, la mano de obra y una burocracia que nos mata, porque me dan más trabajo los papeles que dar de comer a las ovejas, estamos viendo cómo cada año desaparecen nuevas cabañas de ganado ovino, sobre todo en extensivo. Si no hay ayudas, en diez años no va a quedar ni una, y es una pena, por los ganaderos y sus familias, pero también por la calidad de un producto que se está desvirtuando. La calidad en extensivo no tiene nada que ver con intensivo. El sabor no es el mismo”.