El Correo de Burgos

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Museo del Retablo, luz al final del túnel

San Esteban abre sus puertas de nuevo este verano con la diferencia de que el cercano retejado del claustro permite acariciar el sueño de la ampliación y de una apertura permanente

La arquitectura gótica de la iglesia de San Esteban abraza las piezas llegadas de toda la Diócesis.-Santi Otero

La arquitectura gótica de la iglesia de San Esteban abraza las piezas llegadas de toda la Diócesis.-Santi Otero

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El Museo del Retablo vive desde hace siete años su particular día de la marmota. Sus puertas permanecen cerradas -apenas se abren para visitas concertadas- durante el otoño, el invierno y la primavera. Llega el verano y, gracias al programa de apertura de monumentos del Camino de Santiago de la Junta, despierta de su largo letargo y se incorpora a la agenda cultural y turística de la capital. Este año vuelve a la carga con la diferencia de que en el oscuro túnel que otrora le engullía en el mes de septiembre se atisba una pequeña luz que permite a su director, Antonio García Ibeas, responsable igualmente del Taller Diocesano de Restauración, albergar la esperanza de que su actividad permanente es más que posible.

Ese paso adelante viene dado por la reserva de partida presupuestaria en la Diócesis para el arreglo del tejado del claustro de la iglesia de San Esteban, con sustitución de tejas dañadas para cortar las filtraciones de agua y humedades, una actuación necesaria para poder habilitar dos estancias situadas en él que permitirían la tan soñada ampliación y con ella la puesta en valor de este patrimonio artístico.

«Nuestra idea es lograr su autofinanciación. Estamos trabajando para conseguir que esté abierto de forma continua a excepción de los dos meses más fríos del invierno», señala el responsable del Museo del Retablo, quien insiste en que en esta ocasión no se trata de hablar de un sueño a largo plazo como ha venido sucediendo en temporadas anteriores. Es más que eso.

El retejado del claustro, que, apunta García Ibeas, comenzará en breve, aunque no sabe precisar los plazos y tiene un presupuesto que ronda los 100.000 euros, da alas a la conversión en realidad de ese viejo deseo.

«La obra artística está restaurada, está ahí, pero estamos condicionados por los espacios arquitectónicos del interior», observa el director, que reitera el creciente interés en sacarlo adelante y aclara que se hará del modo menos gravoso para las arcas diocesanas.

Una vez tenida a raya a la lluvia y a las posibles humedades, ya se podría continuar con el proyecto. Y hasta ahí se puede leer. No ahí nada concreto más que la ilusión de avivar este templo que hiberna durante la mayor parte del año.

La idea sería habilitar dos salas situadas en el claustro, una usada entre 1990 y 2005 como sede del Taller Diocesano de Restauración, ahora ubicado en la calle San Francisco, y otra que antaño albergó los tapices de San Esteban.

García Ibeas las ve pintiparadas para cobijar pintura, escultura e incluso orfebrería. «Reúnen condiciones muy idóneas para la exposición», anota.

Y para verlas mejor, el verano anterior también se apuntaba como necesaria una nueva iluminación, con una propuesta que rondaba los 70.000 euros. Esto no ha podido ser. Pero sí, indica el responsable, se han corregido las anomalías y sustituido los focos convencionales por otros de LED, que perjudica menos a las propias piezas y consume menos.

La iglesia de San Esteban se convirtió en Museo del Retablo en 1983. Fue una forma de conservar el ingente y deteriorado patrimonio artístico de la provincia, de garantizar su seguridad ante la oleada de robos que se produjo en las iglesias de los pueblos en esos años debido, entre otros motivos, a la despoblación de los mismos y finalmente para exponerlo y darlo a conocer a un público más amplio.

El director recuerda que el proyecto inicial ya hablaba de una primera fase, con la habilitación de la iglesia y del coro, a la que seguiría una segunda con la incorporación del claustro, incluida la sala capitular, que se retrasó por el advenimiento de la crisis. La propuesta se mantiene y parece que ha llegado la hora de quitarla el polvo.Los últimos fichajes

La iglesia de San Esteban se levanta en la zona alta del centro histórico y por ella se dejan caer los turistas que bajan del Castillo o se acercan al vecino Centro de Arte Caja de Burgos (CAB) con el mapa en la mano. Algunos se asoman tímidos, vacilan si adentrarse en la frescura del templo gótico o sacar una fotografía a la pared cordobesa de geranios rojos que anima este cotarro.

Quienes encaminan sus pasos hacia el túnel de la historia, previo pago de la entrada, se meten en una gran caja de arte. Continente y contenido. La arquitectura gótica de San Esteban abraza sin remilgos las piezas procedentes del resto de la provincia tras pasar por el Taller Diocesano de Restauración.

Desde Castrecías, una pedanía de Rebolledo de la Torre, y Valpuesta, cuna del castellano, han llegado los últimos fichajes. Cubren el hueco dejado por los retablos de Tañabueyes, el mismo que hace unos años enfrentó a todo un pueblo con el arzobispo, y de Castrillo Mota de Judíos, que, dice García Ibeas, volvió al pueblo para un evento puntual y nunca más se supo.

El de Castrecías, fechado en el siglo XVI y consagrado a San Bartolomé, luce hermoso tras una profunda restauración. «Estaba en unas condiciones muy malas. Tenía la madera totalmente carcomida, hemos tenido que sustituir algunas tablas porque no había donde sujetar la policromía...», describe el responsable del centro y añade que estará en este lugar durante diez años.

De la misma época, pero más humilde, data el de Valpuesta, con distintas escenas de la Sagrada Familia en relieve.

Se suman ambos a una colección de una veintena de retablos que se distribuyen por las naves central, de la Epístola y del Evangelio.

Piezas de Carrías, Arconada de Bureba, Villamorón y Bárcena de Bureba arropan al incorporado desde Castrecías en la nave central. El de Valpuesta ocupa su lugar en la de la Epístola junto a otras obras de la propia iglesia de San Esteban, Tosantos, Arcellares del Tozo o el Monasterio de Vileña de Villarcayo. El último pasillo lo habitan ejemplos de Huidobro, Cortiguera, Pesquera de Ebro o Villanueva del Grillo.

La presencia de sepulcros, pilas bautismales o piedras fundacionales en la consagración de iglesias enriquecen la visita.

Orfebrería

Una escalera de caracol con los escalones erosionados por tantos y tantos zapatos que los han subido dirige hacia la sección de orfebrería, ubicada en el coro.

Donde antaño se apostaban coralistas, ahora destella un baile de vitrinas con cruces procesionales fechadas entre los siglos X y XVIII como las de Villarobe, visigoda-mozárabe del siglo X, Santa María la Real y Antigua de Gamonal (siglo XV), Guimara (siglo XIII) o Rublacedo de Abajo (siglo XVI); cálices como el de Los Ausines (siglo XVI); custodias como la de San Pedro y San Felices (siglo XV); y píxides como los del Museo Diocesano (siglo XV).

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