El Correo de Burgos

Salón del Libro Antiguo

Vuelven los libreros de viejo y el optimismo

Siete tiendas despliegan curiosidades y joyas bibliográficas y género para coleccionistas en el Monasterio de San Juan hasta el domingo

Los libreros muestran joyas bibliográficas y ediciones populares para todos los bolsillos.-Israel L. Murillo

Los libreros muestran joyas bibliográficas y ediciones populares para todos los bolsillos.-Israel L. Murillo

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El tiempo todo lo cura y la decepción con la que los libreros de viejo abandonaron el año pasado el Monasterio de San Juan se ha volatilizado para dar una segunda oportunidad al optimismo y confiar en la remontada del Salón del Libro Antiguo. Su decimocuarta edición se inauguró ayer con la presencia de La Trastienda de León, Manuel Ortega-Inés Roig Coleccionismo y Delstres de Barcelona, Roales de Santander, Coleccionismo Seba de Córdoba y las burgalesas Lyda y Siloé.

Sin pecar de imprudentes o incautos y remitiéndose al balance final del domingo, los libreros coinciden en que las expectativas son buenas.

«Inasequibles al desaliento». Son las palabras que resumen su espíritu y las pronuncia Moncho Perales (La Trastienda), que habla también de vicio y adicción para explicar su vuelta tras las pestes echadas hace un año. «Ya no sabemos hacer otra cosa, más que tratar con libros, comer, vivir y dormir con ellos», señala y asegura que vienen con ilusión, «si no, no lo haríamos». Se conforma con que vaya un poco mejor que el año pasado, «que fue el peor de todos». Y habla con conocimiento de causa. No ha faltado ni a uno.

Con él se ha traído algunas joyitas como una primera edición en español de la Botánica de Carlos Linneo, «una pieza muy rara, difícil de encontrar», o un tratado original de la Mesta de 1636, bien arropadas por volúmenes más populares.

Tampoco ha fallado nunca Luis Ceballos (Lyda), convencido igualmente de que a poco que mejore la cosa darán por buena la edición. Él llega bien provisto de material referente a Burgos y los pueblos de su provincia, con los estatutos de constitución de una congregación religiosa ya extinta, el codiciado Folclore burgalés, de Domingo Hergueta (1934)... o sendos ejemplares del Códice de Música de Las Huelgas y una edición facsímil de El Quijote encuadernada en plata por el burgalés Maese Calvo, amén de las populares ediciones de Calleja o Santiago Rodríguez.

Los otros burgaleses del Salón, Siloé, despliegan todos sus tesoros, presumen de premios nacionales y cuentan a todo el que quiera escuchar las bondades de su próximo y flamante proyecto: el facsímil del misterioso Manuscrito Voynich.

Más asequible a todos los bolsillos es el género que traen Manuel Ortega y Sebastián Carmona. El primero desembarca presto a contagiar su pasión por los soldaditos de plomo. Trae escogidas piezas y también sendos volúmenes con recortables de papel de la Guerra Civil y de la posguerra, publicados por él mismo. El segundo, que se confiesa chico fácil y que llega, advierte, con la presión de volver a casa con monedas en el equipaje para no sufrir la ira de su esposa, ha viajado desde Córdoba con tebeos de siempre, postales, libros escolares y unos carteles de la mítica película de Charlton y Sofía Loren de El Cid.

El que en buena hora nació es un fijo en la cita, aunque este año está eclipsado por Miguel de Cervantes. No podía ser de otra manera. Delstres expone varios ejemplares en torno al inmortal escritor como Cosas del Quijote, de Rafael Peralta (1944), Humanismo de las armas en don Quijote, con prólogo de Menéndez Pidal (1947), o La sepultura de Miguel de Cervantes (1870).

Las cartas están puestas sobre la mesa. El domingo se verá si se cumple aquella sentencia cervantina que dice «al bien hacer jamás le falta premio».

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