El Correo de Burgos

Exposición

Una vida en barro

Guadalupe Óscar resume sus más de treinta años de trayectoria en el mundo de la cerámica en una antológica en el Monasterio de San Juan

Guadalupe Óscar, junto a una de las esculturas más antiguas de la colección, de los años 90.-Santi Otero

Guadalupe Óscar, junto a una de las esculturas más antiguas de la colección, de los años 90.-Santi Otero

Publicado por
A.S.R.
Burgos

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El barro embrujó a Guadalupe Óscar desde niña. Sus muñecas, canicas, cacharritos y otros juegos con los que creció en las calles y plazas de Burgos eran de cerámica. Pronto ese material despertó su curiosidad y, sin horno ni herramientas específicas, empezó a trastear con él. No recuerda los años que tendría cuando se hizo su primer collar. Pero sí sabe que era ya madre, aunque sus hijos apenas levantaban unos palmos del suelo, cuando tocó a las puertas de la Escuela de Arte, donde dio clases con Ismael Ortega, y a las de El Alfar, donde permaneció cinco años y aprendió todas las técnicas que pondría en práctica después. Han transcurrido más de treinta años. La pasión y la ilusión se mantienen, pero el paso del tiempo pesa en esta artesana peleona que, aunque seguirá acudiendo a su taller, cree llegado el momento de mirar atrás y recoger todo lo andado en una exposición, que ocupa el claustro del Monasterio de San Juan hasta el 28 de octubre.«He ido retirándome poco a poco y mucha gente me preguntaba qué me había pasado que ya no exponía y sentí que la única forma de despedirme de Burgos era con una retrospectiva, desde el primer cacharrito que hice en la escuela hasta la escultura más reciente», explica Guadalupe Óscar, que tira de unos versos de Silvio Rodríguez como inicio del recorrido expositivo y vital: Debes amar la arcilla que va en tus manos, debes amar su arena hasta la locura y, si no, no la emprendas que será en vano, solo el amor alumbra lo que perdura, solo el amor convierte en milagro el barro.Y más que amor, pasión es lo que ha sentido esta mujer menuda de claros y expresivos ojos por el barro. De padre mexicano y madre burgalesa, sostiene que la imaginación ha sido su mejor aliada. «Siempre cojo una pella de barro y con las manos la trabajo, pongo aquí, quito allí, cambió allá... En el arte la creatividad lo es todo», observa y asegura no haber dejado de investigar nunca.Esta antología reúne sus primeras piezas, sus obras más íntimas, sus creaciones premiadas como la tetera galardonada en un concurso en Francia y una escogida colección de esculturas que resumen las claves de su trabajo como son la expresividad de los rostros, la omnipresencia de los ángeles, la inspiración de la naturaleza o los personajes de fantasía. Además de sus reflexiones, pensamientos y actitudes ante la vida que guían sus manos cuando se sienta a modelar el barro como la continua destrucción del mundo, la desazón y tristeza ante la desaparición del niño Gabriel trasladados a un Jarrón laberinto o su última obra, concluida la semana pasada, en la que refleja cómo el paso del tiempo inestabiliza la existencia de las personas, incluida la suya.Óscar se desnuda ante al espectador e incluso lo guía hasta su estudio. Una vitrina exhibe una amplia representación de las herramientas y materiales que la acompañan en el día a día: pinceles de diversos perfiles, rodillos, esponjas, una lupa, paletas, distintos tipos de barro (porcelana, gres rojo, pasta refractaria, arcilla roja...), pigmentos y óxidos e incluso cepillos de dientes, tenedores o cucharillas de café.Esta retrospectiva marca un antes y un después en el camino de la que fuera presidenta del Colectivo de Artesanos de Burgos (Coarte), pero no es ningún punto y final. Aunque se dedicará a descansar y a pesar de que sus manos ya no responden como antes, seguirá metiéndose en su taller para ahondar en los misterios del barro mientras suena la música o irrumpen sus nietas deseosas de hundir sus manos en ese material que ha sido y es la vida de su abuela.

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