El Correo de Burgos

exposición

‘Caprichos’ al óleo del último gran ebanista

Eutimio Ordóñez plasma en una treintena de cuadros los ‘Rincones nostálgicos del viejo Burgos’ para que jamás caigan en el olvido

Eutimio Ordóñez muestra orgulloso uno de sus cuadros favoritos junto al escudo de Burgos.-RAÚL G. OCHOA

Eutimio Ordóñez muestra orgulloso uno de sus cuadros favoritos junto al escudo de Burgos.-RAÚL G. OCHOA

Burgos

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Todas las miradas le buscaban ayer en el Monasterio de San Juan y él como si nada, como si el artífice de la exposición fuese otro. La humildad sincera de un maestro multidisciplinar es un bien escaso en los tiempos que corren, pero Eutimio Ordóñez no trabaja por el aplauso del público sino por amor al arte en distintas vertientes. Conocido en su tierra por sus tallas de madera, tenía una cuenta pendiente con la pintura, inmejorable vehículo para dar a conocer esos ‘Rincones nostálgicos del viejo Burgos’ que las nuevas generaciones desconocen por completo.Con una treintena de cuadros que encierran inolvidables recuerdos de sus tiempos mozos, la muestra de Ordóñez se detiene en una serie de enclaves que «ya no existen» o que aún se mantienen en pie aunque «solo en parte». Entre sus favoritos se encuentra un óleo de la Puerta de la Pellejería. Ahí se ubicaban las típicas «casas adosadas» que solían construirse «aprovechando los contrafuertes de las iglesias». Morada de laneros y pellejeros, junto a la capilla de los Condestables, no podía faltar esta estampa en una colección que llena de «orgullo» y «satisfacción» a su autor porque brinda la oportunidad de viajar al pasado y observar los cambios que ha experimentado la ciudad a lo largo de las últimas décadas.Durante la presentación de esta muestra que permanecerá abierta hasta el 22 de marzo, el coordinador del Instituto Municipal de Cultura (IMC), Ignacio González, destacó la impronta artística del «último gran ebanista de Burgos», cuyo oficio se encuentra en serio peligro de extinción porque el arte en madera, desgraciadamente, «no se paga» hoy en día. En cualquier caso, Ordóñez atesora un envidiable palmarés de exposiciones y premios, incluyendo aquel galardón «con una cama» porque «Eutimio es así de chulo», bromeó González.Al margen de la calidad de sus obras, el mérito de este artista burgalés reside fundamentalmente en su tardía vocación como pintor. Empezó al poco de jubilarse y desde entonces no ha soltado el pincel. Se adentró en este nuevo mundo con «dibujos que ya llevaba de la ebanistería» y no tardó demasiado en cambiar el lápiz por el pastel. Después, cuando se sintió preparado para dar el salto, optó por el óleo para rendir el mejor homenaje posible a la urbe que le vio nacer y de la que tanto ha presumido durante toda su vida. Para ello, recopiló «un montón de apuntes, de fotografías y de grabados en blanco y negro a los que había que dar color». Obviamente, «lleva mucho trabajo», pero ya era incapaz de dar marcha atrás.Tampoco podían faltar en la muestra varias de sus piezas en madera, el «complemento» ideal para los «caprichos artísticos» que le han ayudado a explorar nuevas formas de expresión. Solo le faltó cantar porque tampoco se le da nada mal. Lo confesaba cariñosamente la presidenta del IMC, Lorena de la Fuente, con intención de subrayar que «el que es artista es artista en todas las facetas».

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