Presentación literaria
Javier Sierra: «Hemos antepuesto la razón al instinto a la hora de entender el arte»
El autor de best-sellers como ‘La cena secreta’ o ‘El fuego invisible’ presenta este jueves 13 de marzo (salón de actos de la Fundación Círculo, 20 horas) su última novela, ‘El plan maestro’ (Planeta), donde intenta dar respuestas a muchos enigmas planteados en ‘El maestro del Prado’

El escritor Javier Sierra presenta en Burgos 'El plan maestro'.
Durante su época universitaria en Madrid, Javier Sierra (Teruel, 1971) pasaba muchas horas en el Museo del Prado disfrutando de los tesoros que muestra la gran pinacoteca española. Un día, mientras observaba ‘La sagrada familia’ de Rafael, un hombre se le acercó y le estuvo explicando durante 45 minutos «cómo leer» esta obra. Muy impactado, Sierra regresó durante varios días buscando a ese hombre mayor, pero no le encontró. Mucho tiempo después, el autor de grandes éxitos como ‘La dama azul’, ‘La cena secreta’ o ‘El fuego invisible’ (Premio Planeta 2017) escribió esta historia en ‘El maestro del Prado’ (2013), donde dejó algunas preguntas sin responder y ciertos enigmas en el aire.
Doce años después, Sierra recupera esa vieja historia con nuevas investigaciones y revelaciones, algunas derivadas de la colaboración con sus lectores a lo largo de la última década. Todo esto ha confluido en ‘El plan secreto’ (Planeta), el último libro del autor aragonés que presenta este jueves en el salón de actos de plaza de España de la Fundación Círculo a partir de las 20 horas acompañado por la periodista Patricia Carro. El acto cuenta con la colaboración de la librería Luz y Vida y la entrada será libre hasta completar aforo.
Pregunta- «Sólo los que nos dejan una cicatriz en la memoria viven para siempre», dice en el prólogo. ¿Qué supuso para usted el encuentro en 1990 con el autodenominado ‘doctor Luis Fovel’ en el museo madrileño que dio lugar a su obra ‘El maestro de Prado y las pinturas proféticas’, publicada en 2013?
Respuesta- Yo iba al Museo del Prado buscando un refugio... En mi residencia de estudiantes hacía mucho frío, los domingos quitaban la calefacción y yo me iba al Prado porque había buena climatización (ríe). Además, era gratuito y yo disfrutaba viendo aquellos cuadros que conocía de mis libros de texto. En una de esas vivistas fue cuando tuve ese encuentro con aquel señor mayor que me dio una clase magistral de cómo debía interpretar una obra de arte. Regresé más días, pero no lo volví a ver, nadie sabía quién era. Eso se quedó en mi diario como esa cicatriz que antes comentábamos y que he curado finalmente con literatura.

Cultura
‘Mujer con guitarra’, la pintura de Julio Romero de Torres que se conserva en Burgos
Alberto Marroquín
P-. ‘El plan maestro’ desvela o intenta desvelar muchas de las claves que dejó esa obra. ¿Qué lugar ocupa ‘El maestro del Prado’ en su carrera literaria e, incluso, en su propia vida?
R-. Lo primero que pensé cuando lo escribí fue que iba a ser un libro maldito en mi producción, que nadie leería ‘El maestro del Prado’ porque era muy ajeno a todos los demás... Al principio la concebí como una novela más clásica, donde este hombre desconocido fuese una parte de la trama, al estilo del ‘Necronomicón’ de Lovecraft... Me equivoqué, es uno de los libros que ha llegado a más gente, algo que rompió todos mis pronósticos y, en el desconcierto, he tardado doce años en cumplir con mi propósito inicial, que era ‘El plan maestro’. Y he contado con la ayuda de muchos lectores de todo el mundo que, a lo largo de los años, han generado una enorme literatura secreta de cartas y correos electrónicos que yo he recibido con respuestas a los acertijos que planteaba ‘El maestro del Prado’.

El escritor y periodista aragonés, junto a 'El jardín de las delicias' de El Bosco.
P-. Al final del prólogo dice: «Esta es la más osada historia que he dado a imprenta». ¿Por qué esta afirmación?
R-. Sí, porque en este libro mezclo cosas muy complejas... Hay una parte importante de autobiografía sacada de mi memoria personal que mezclo con historia del arte, con una trama donde están los rudimentos de la acción y del misterio propios de una novela... hay una visión en primera persona y otra en tercera persona. Y eso no es fácil, no es una novela tópica ni que puedas enmarcar en un género. He querido construir un artefacto que apele al asombro del lector continuamente... Ese asombro va a devolver a los lectores a su infancia y les va a hacer ver el arte y su entorno con esos ojos.
P-. Usted, periodista de formación, siempre ha dicho que es mucho más especialista en historia que en arte. Pero con estos dos libros ha profundizado mucho en esta disciplina...
R-. ‘El maestro del Prado’ fue como un desahogo, donde justificaba mi interés por el arte y trataba de comprender por qué alguien que no había estudiado Bellas Artes ni Historia del Arte se sentía tan fascinado por la pintura antigua. En el tropiezo con aquel ‘maestro’ encontré el sentido. El arte se ha convertido en algo personal.... Me hacía preguntas como «¿Por qué el arte? ¿Qué llevó a nuestra especie en la noche de los tiempos a la expresión artística, cómo se produjo ese salto y para qué?». Tratando de encontrar esas respuestas me doy cuenta de que nuestra visión del arte está muy contaminada, observamos el arte con una mirada estética, histórica... Pero en origen la pintura era magia, una forma de marcar lo que no veían los ojos, hacer visible lo invisible. El arte en general y la pintura en particular son un ejercicio de magia. Y cuando comprendes eso, te acercas a él de otra manera.

Cultura
¿Un Da Vinci en Burgos? El misterio de la 'Santa María Magdalena' en la Catedral
Alberto Marroquín
P-. La novela comienza en 2013 durante unas vacaciones con su familia en la localidad cántabra de Puente Viesgo. Cerca de allí van a visitar unas cuevas prehistóricas y la mirada de sus hijos, Martín y Sofía, ante aquellas viejas pinturas le sorprende.
R-. La culpa de eso la tuvo Jean Clottes, uno de los grandes expertos mundiales en pinturas rupestres. En uno de sus libros cuenta que todos los grandes hallazgos del arte parietal lo han hecho niños. Como las pinturas de la cueva de Altamira, que fueron descubiertas por la pequeña María Sanz de Sautuola y no por su padre, Marcelino... Mis hijos estaban a punto de perder la inocencia, con 7 u 8 años, y me pareció muy tierno poder utilizar la mirada del niño para comprender la mirada de la prehistoria -instintiva, pura, de supervivencia- y de ahí saltar a la mirada del arte, que era algo en lo que no me había metido en ‘El maestro del Prado’.
P-. En la novela, algunas obras de arte son puertas hacia otras dimensiones, «Una llave mágica que interconecta mundos». ¿Qué es eso de «la segunda visión»?
R-. Apelando a esa mirada del niño, capaz de discernir formas a partir de líneas o puntos discontinuos, elaboro en la novela una técnica de ‘segunda visión’ que se puede aplicar a grandes obras maestras del arte... Encuentro un enorme ojo escondido ‘El jardín de las delicias’ del Bosco, que ilustra la portada, o unos pulmones en ‘La primavera’ de Botticelli. Una vez que practicas esa ‘segunda visión’ ya no puedes observar esas obras de igual manera. Hay una verdad geométrica oculta en los cuadros que permite encontrar segundos y terceros sentidos a grandes obras maestras. Y no es algo que me invente yo en literatura, ya lo explicaron autores como Durero o Leonardo da Vinci en su tiempo.

Javier Sierra, delante de 'Las Meninas' de Velázquez.
P-. ‘Las Meninas’ de Velázquez revelan detalles increíbles con esa ‘segunda visión’.
R-. En la novela cuento que la razón de su gran tamaño es que actúa como un talismán... La magia que atribuimos a las pinturas rupestres llegan a los tiempos de Velázquez. Es una escena doméstica, con la infanta Margarita en medio, y los personajes conforman la misma posición que la constelación Corona Borealis. Tiene una forma de U abierta... Hace años, el catedrático Ángel del Campo vio que si se cierra esa U se crea un gran círculo y queda en su centro el espejo donde se reflejan los reyes Felipe IV y Mariana de Austria, protegiendo astrológicamente a la pareja. Cuando se pintó el cuadro, en 1656, toda España esperaba que la jovencísima reina tuviera un hijo varón que fuera el futuro rey de España... Por eso lo del cuadro talismán, que favoreciera con magia que aquella reina se quedara embarazada. Y hay más detalles que convierten a ‘Las Meninas’ en una especie de máquina mágica... Por historias como esta, pienso que hemos antepuesto la razón al instinto a la hora de entender el arte y ahí nos hemos equivocado.
P-. ‘El jardín de las delicias’, muy importante en la novela, ha sorprendido a figuras de todos los tiempos. ¿Qué hace tan especial a esta pintura?
R-. Los cuadros del Bosco que hay en España los compró Felipe II, que se obsesionó con estas pinturas... Hay gente que lo ve en el Prado y acaba teniendo visiones extrañas. Por ejemplo, Jim Morrison, el cantante de The Doors, se quedó unas dos horas mirándolo en un viaje que hizo a España semanas antes de morir en París y dijo que sufrió un trance y sintió que el cuadro lo miraba... Es posible que Morrison, instintivamente, vio ese ojo del que hablábamos antes. Dalí, por su lado, dijo que el Bosco lo había retratado en una esquina de la pintura. Y, efectivamente, hay una roca en la parte del paraíso que parece su perfil.

Javier Sierra, bajo la bóveda del Casón del Buen Retiro pintada por Luca Giordano.
P-. Una de las obras claves en ‘El plan maestro’ es la bóveda del Casón del Buen Retiro, pintada por Luca Giordano a finales del siglo XVII (uno de los pintores con más cuadros en la pinacoteca madrileña, el cuarto). ¿Qué ocurre con él en la trama?
R-. El libro también es una reivindicación de esos artistas que no son tan conocidos, pero que son grandes maestros, como Luca Giordano. Tenía la mala reputación de que pintaba muy deprisa y que hizo muchísima obra. Le encantaban las ciencias ocultas, la astrología... a un napolitano no le puedes extirpar la pasión por lo mágico (ríe). Como dices, la pintura de esa bóveda es importante en la trama con unas referencias al horóscopo... me gustaría que muchos lectores que la desconozcan vayan a verla, es impresionante.
P-. Para acabar, ¿creen en Javier Sierra sus lectores?
R-. (Silencio) Yo espero que me pongan en duda, porque eso les va a mantener muy atentos a lo que haga (ríe). Siempre digo que tengo la suerte de no tener lectores, yo tengo cómplices. Gente que se embarca en mis novelas como si fuera una verdadera aventura vital y me acompañan.