Sangre, glamur y censura en la crónica negra de la España franquista
Teresa Valero presentó en el Espacio Tangente la segunda parte de ‘Contrapaso’, el cómic social del que todo el mundo habla

Viñetas de 'Contrapaso. Mayores, con reparos', de Teresa Valero.
Dos periodistas de sucesos a mediados de la década de los 50. Emilio Sanz, perro viejo y militante falangista. Léon Lenoir, hijo de un comunista asesinado en la Guerra Civil. Toda una «metáfora de las dos Españas» plasmada en dos cómics, a la espera de un tercero, que mezclan ficción y realidad para desenmascarar las corruptelas del franquismo tomando como punto de partida diversos crímenes a pie de calle.
Tras la excelente acogida de Contrapaso. Los hijos de los Otros (Norma, 2021), Teresa Valero (Madrid, 1969) se halla inmersa en la presentación de Mayores, con reparos (2025). Agotada de tanto vaivén promocional, y pendiente de viajar a Francia para seguir el tour a partir de septiembre, le toca cerrar esta jueves, a las 19 horas, la segunda edición de las Jornadas de Cómic Social y Libertario (Viñetas & Subversión) en el Espacio Tangente. Cuando toco acabe, volverá a sentarse para perfilar el fin de su trilogía e «intentar que no se alargue otros cuatro años».

Teresa Valero, autora de 'Contrapaso'.
Exhausta pero contenta, las cosas como son. Valero es consciente de que ha merecido «muchísimo la pena» dedicarse en cuerpo y alma a Contrapaso. Con la crítica rendida nuevamente a sus pies, el thriller social que desarrolla en estas dos entregas converge sin artificios con las luces y sombras de sus protagonistas. «Ni Lenoir es demasiado de izquierdas, porque además es un poco burgués, y Sanz es un tipo absolutamente decepcionado con el fascismo aunque no lo quiera reconocer». Sin moverse además de 1956, se muestra «cómo van evolucionando a nivel ideológico y cómo sus heridas personales se van cerrando o reabriendo». Lo que les une a ambos, dentro y fuera de la redacción de La Capital, es la búsqueda de la verdad cada vez que acontece un nuevo asesinato.
«Parece que la relación es forzada, pero no lo era tanto entonces», asegura la autora madrileña sin ocultar una de las grandes intenciones de esta obra: «hablar de esa polarización que vivimos aún en España». En aquella época, todo el mundo lo sabe, la oposición a la dictadura se sustentaba bajo el paraguas del Partido Comunista. Sus militantes y colaboradores intentaban pasar desapercibidos aunque «mucha gente ya sabía de qué pie cojeaba cada uno y había cierta tolerancia siempre y cuando no te salieras del tiesto».

Cultura
La rebeldía de Concha Méndez (y de todas las Sinsombrero) frente al silencio impuesto
Diego Santamaría
Con estos mimbres y el necesario coprotagonismo de Paloma Ríos, amor platónico de Lenoir e ilustradora de la revista Mujer de verdad, el machismo estructural impuesto por el régimen se palpa de principio a fin. También la rebeldía, aunque clandestina, de todas aquellas valientes capaces de plantar cara al patriarcado dentro de sus posibilidades. Afortunadamente, la década de los 80 marcó un punto de inflexión y «rompimos bastante con ello». De ahí que ahora, por fin, «se hayan cargado ese término tan absurdo de cómic femenino porque nunca se ha hablado de cómic masculino».
Más allá del contexto social, Valero brinda un curioso y muy inexplorado telón de fondo en Mayores, con reparos. La farándula de aquella España en blanco y negro se abría paso y el cine, sin duda, «era un reflejo de lo que pasaba en el país». No solo desde un punto de vista eminentemente folclórico al servicio de la propaganda franquista, sino también bajo la perspectiva -aunque sutil- de «la gente que quería romper con todo eso». Así pues, nada mejor que mezclar sangre y séptimo arte para visibilizar la censura aún latente y «la apertura forzada del régimen que traía nuevas maneras de vivir, de peinarse o de vestirse».
De cara al tercer volumen, el definitivo porque la idea de expandir el universo Contrapaso en formato spin-off no le seduce, Valero ya vislumbra nuevos escenarios. Nada tiene decidido, aunque le encantaría visitar la «España rural» y profundizar en la «situación de la mujer» con el fin de recordar todos los derechos perdidos tras el golpe de Estado contra la Segunda República. En dicho contexto no faltaría, como es lógico, la denominada Sección Femenina.
Cuando cierre su etapa de Contrapaso, la idea es «emprender nuevas aventuras». Desde horizontes inexplorados, dejando atrás la novela negra pero indagando en la psique humana «según su entorno». Probablemente viaje al pasado, pero todavía es pronto para saberlo. Lo que sí tiene claro, echando un vistazo al presente, es que «vivimos un momento que produce mucha frustración en todo el mundo, sobre todo en la gente joven que no entiende muy bien cuál es su papel».
Miedo da pensar que la historia se repita, máxime cuando la situación actual es «muy parecida a la de los años 20 y 30 del siglo pasado, con muchas respuestas y pocas incógnitas». Algunas de esas respuestas, por desgracia, provenían de «iluminados que te dan una identidad muy simple, sencilla y fácil de creer». Por eso, Contrapaso se esmera en mostrar «cómo es vivir en una dictadura» mientras subraya la necesidad de fomentar el «pensamiento crítico» y «construir alternativas para que los jóvenes no se lancen a ciertas ideologías» que atentan contra mujeres, migrantes o cualquiera que piense o sienta diferente.