El Correo de Burgos

Agricultura

«Ni el seguro ni la PAC llegan para cubrir los costes de producción en el campo»

Juan Antonio Arlanzón ha perdido la mitad de su cosecha en un año marcado por los insumos

Juan Antonio Arlanzón cuenta con 200 hectáreas de secano en el norte de Burgos.

Juan Antonio Arlanzón cuenta con 200 hectáreas de secano en el norte de Burgos.ECB

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Aranda

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Juan Antonio Arlanzón lleva 10 años trabajando como profesional del campo. Heredó de su padre la pasión por la agricultura pero es consciente del peso de la realidad. «Tras dos años horribles, sobre todo este, en el que las cosechas han sido un desastre y los insumos no dan respiro, la PAC lleva tiempo sin cubrir los costes porque además no para de bajar, pero las exigencias suben. Como mucho te da para el abono y eso echando menos que antes», advierte indignado también con un seguro que tampoco cubre los costes de producción. «Este seguro que es privado subvencionado es un monopolio y hace lo que quiere. Trata mejor a las zonas donde no hay problemas de nada, que a estas, donde la sequía y el pedrisco son una amenaza constante. Yo siempre contrato el seguro porque creo que es fundamental, pero entiendo que haya muchos que lo hayan dejado porque muchas veces no compensa. Debería cambiar el enfoque porque en caso contrario colgaremos muchos las botas», advierte este agricultor.

Girasol

En sus 200 hectáreas situadas al norte de Burgos, entre Ciadoncha, su pueblo, Villariezo y Quintanadueñas, Juan Antonio cultiva en secano girasol, cebada, avena, trigo y veza. «El único que medianamente se ha salvado es el girasol, sobre todo porque no utiliza abono, pero tampoco ha salido muy allá. El resto ha sido un auténtico drama y lo peor es que llevamos dos años. Llueve sobre mojado y no sé si esto dará para más», afirma.

En su caso, la sequía se ha aliado con un pedrisco que ha mermado su producción a la mitad. «En la parte que tengo en Quintanadueñas no ha quedado nada», lamenta mientras hace un sencillo pero esclarecedor cálculo. «En mi caso, mi cosecha se ha limitado a los 2.000 kilos por hectárea, muy lejos de los 3.500 que necesito para cubrir costes».

Maquinaria

Mención especial merece la intensa subida de precio que ha experimentado la maquinaria. «Comprarse un tractor ahora es un milagro, tienes que echar cuentas a 15 años, pero lo que está por los nubes de verdad son los repuestos. Cualquier piececita, tornillito especial te cuesta una barbaridad. En cuanto vas al taller, aunque sea por algo muy menor, te cobran mil euros y si se complica no baja de los 6.000 euros», señala sin olvidar otras piezas del puzle imprescindibles, que se han duplicado e incluso triplicado, como el abono o el glifosato, obligado en la siembra directa.

Y así este suma y sigue de gastos extraordinarios han hecho mella en su cuenta de resultados. «En estos diez años que llevo trabajando en el campo he notado que el dinero que me queda es cada vez menor. Ahora, por ejemplo, se me ha quedado viejo el coche y estoy haciendo cuentas porque no me lo puedo comprar; antes desde luego no me pasaba. Ahora tienes que tener más tierras para obtener el mismo dinero y viviendo con lo justo».

Él estudió electrónica pero su padre siempre trabajó en el campo y ha sentido la llamada desde pequeño. «Estoy enamorado del campo y sé que no es fácil: cada vez gano menos y echo muchas horas. Aquí hay meses cuando toca sembrar o cosechar que trabajas 16 horas y duermes 5. Esto es así», señala.

A pie de campo, su día a día no tiene nada que ver con lo que vivió su padre. «Ahora es todo tecnología, siempre estamos pegados a un ordenador y un GPS y por supuesto todo es mucho más caro».

Pero, ¿qué solución hay? «Es muy difícil, la PAC, el seguro, los insumos… pero también es urgente que el gobierno proteja los productos marca nacional, porque «a nosotros nos exigen muchísimas cosas para que todo esté perfecto y sea siempre ecológico, que está muy bien, pero encarece mucho el proceso y luego no podemos competir con todo lo que viene de fuera, donde pueden echar cualquier porquería. Al final lo que está pasando es que engañan al consumidor. Los productos de calidad que hacemos aquí terminan en Alemania y Francia, mientras los españoles comen casi sin saberlo todos los productos de fuera que llegan sin control ni ningún cuidado».

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