El Correo de Burgos

«El lechazo va bien pero la leche de oveja es una ruina»

Ramón, José y Jesús tienen 950 ovejas churras en Villatuelda (Burgos)

José Arauzo posa en su explotación ovina.ECB

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Aranda

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Los hermanos Jesús, José y Ramón Arauzo Pérez han pasado toda su vida entre ovejas, primero con la cabaña de su padre y luego con la suya. Aunque les queda poco para la jubilación, lo tienen claro: «Todo se ha complicado mucho». «En precio, el lechazo ahora va bien, pero la leche de oveja es una ruina. Comenzó a bajar en agosto; en noviembre mermó un poco más y el bajón es terrible. Hemos pasado, en muy poco tiempo, de 1,50 euros el litro a 1,15, e incluso 1,20 euros/litro, y son lentejas, porque cuando te ponen a firmar el contrato no hay opción: o vendes a ese precio o te las llevas», explica José.

Por ello, están pensando en quitar el ordeño. «Da muchísimo trabajo, porque ordeñamos dos veces al día y no hay apenas rentabilidad. Ahora da casi para cubrir los gastos, por lo que, como siga así, en cuatro años dejaremos de ordeñar», lamenta, sin olvidar otro de los grandes problemas: la falta de mano de obra cualificada. «Nosotros ya hemos dejado de buscar porque no hay profesionales y esto no se le puede dejar a cualquiera. Tienen que saber», explica su hermano Jesús.

Aunque al hermano menor aún le quedan diez años antes de jubilarse, ya han empezado a reducir la cabaña. «Hace tres años teníamos 905 ovejas de raza Churra y ahora estamos en 840, y bajando».

Ubicados en el pueblo ribereño de Villatuelda, en la explotación ovina el ritmo no da respiro. «Salvo las que están en ordeño y los lechazos, que se quedan en la nave, el resto sale a pastar todos los días. Luego ordeñamos por la mañana y por la noche, cuidamos a los lechazos y atendemos las parideras cuando toca».

En su caso, organizan al año cuatro parideras: en noviembre-diciembre, «para la campaña de Navidad»; en febrero, en abril, y luego las de noviembre, que paren en julio. «El 95% paren solas, pero siempre hay alguna a la que le cuesta más», señala José.

Todo el proceso es natural y no inducen el celo con implantes ni esponjas. «Cuando sacamos a los machos, un mes o mes y algo, están todas las ovejas y ellas se regulan bien», señala, consciente de que cuando «una oveja no ha parido en abril, es señal de que tiene un problema y hay que venderla».

El lobo está cerca

La visita esta semana de un guarda de caza les ha puesto en alerta. “Nos enseñó fotos de un lobo y se le veía perfectamente, en la zona donde pasan nuestras ovejas. Es un problema muy grande, pero como no se puede hacer nada, solo podemos rezar y que no nos toque”, lamentan.

Aunque las ovejas pastan todos los días, salvo cuando llueve, todas duermen en la nave. “Eso al menos nos protege en la noche”, señala, a sabiendas de que otros ganaderos han sufrido ataques de lobos cuando la cabaña pernocta al aire libre en alguna tenada. “Luego hay que estar también muy atento, porque, si no haces recuento y has sufrido algún ataque de lobo, si no encuentras el cadáver, el seguro no te cubre”.

Los datos preocupan. En 2023 Castilla y León contabilizó 3.558 ataques de lobo, con el resultado de 5.566 cabezas muertas, lo que supuso un incremento del 33% desde que se dictó la regulación de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre). Y la situación está lejos de mejorar. Según avanzó esta semana el consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de la Junta de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones, los datos oficiales que darán a conocer el 11 de marzo apuntan a un nuevo incremento.

Sin relevo generacional

Con la jubilación ya en el horizonte, ellos lo tienen claro: cuando llegue el momento, habrá que vender y cerrar. “No hay relevo generacional. De los tres, solo yo tengo un hijo, y es aún muy pequeño, pero no se lo recomiendo. Estamos ya en otra época. En nuestro caso, lo mamamos con mis padres, pero aquí hay poco futuro”, sostiene Jesús, con la mirada puesta en la rentabilidad, pero también en el día a día. “A veces pasamos aquí dieciséis horas”, añaden los hermanos.

Preocupados por la subida de los insumos, Jesús, José y Ramón completan la alimentación de sus ovejas con cosecha propia. “Tenemos una parcela al lado de la nave y luego alquilamos otra al Ayuntamiento. Ahí solemos poner veza y avena. Lo que hacemos es luego intercambiarlo con otro agricultor para que él nos dé cebada y trigo, pero es muy poca cantidad. La mayor parte de lo que necesitamos para el pienso, avena, cebada y alfalfa, lo compramos, y ahí se va bastante dinero y mucha rentabilidad”.

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