El Correo de Burgos

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LA FINAL COPA DEL REY de fútbol ha quedado minimizada a la posibilidad de que los aficionados del FC Barcelona y el Athletic Club de Bilbao piten el himno y al monarca. Incluso Esperanza Aguirre apuesta por suspender el partido si ambas hinchadas silban los actos previos a la celebración del encuentro. «Como dijo Sarkozy cuando era presidente de Francia, si silban a la Marsellesa, se suspende el partido y se celebra a puerta cerrada», señaló la política madrileña. Para echar más leña al fuego, Javier Tebas, presidente de la LFP, no descarta esta opción.

Desconozco cuál es la solución en este tema, aunque la opción de la suspensión puede ser contraproducente en este tipo de escenario. En este caso, el remedio puede ser mucho peor que la enfermedad. Nada más que se supieron los dos finalistas comenzó el debate, que tiene pinta de ir creciendo con el paso de las semanas. El mayor problema del fútbol nacional, salpicado por los amaños y la compra de partidos, es este. Quizás es que conviene desviar la atención para no hablar demasiado de lo realmente importante.

Sorprende que también la clase política española esté preocupada por lo que pueda suceder con el himno, la bandera y el Rey. Oír a Esperanza Aguirre hablar de respeto hace que una sonrisa se dibuje en el rostro de muchos, entre los que me incluyo. Estamos en plena campaña electoral y todo estos discursos visten mucho.

El antecedente más cercano es la Copa de 2012, en la que se enfrentaron ambos equipos y los pitos llegaron desde ambos bandos, por lo que todo apunta que el comportamiento incoherente se volverá a repetir. Los dos equipos se han roto la cara para llegar a este partido y las dos aficiones celebraron con algarabía el pase a la final. Tanto unos como otros sabían la competición que jugaban y conocen a la perfección los pasos anteriores a la disputa del partido. Los pitos sobran.

Esta conducta, si se produce, es reprochable e incoherente, pero, ¿tiene realmente la trascendencia que se le está dando? Todo lo que se está hablando de este tema no hace más avivar un fuego que existe no sólo en el ámbito deportivo y que no se apaga suspendiendo una final.

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