El Correo de Burgos

FERNANDO PÉREZ DEL RÍO

Los queridos vecinos palentinos

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CON numerosas evidencias en la mano, Palencia ha sido la capital más perjudicada por Valladolid; cualquiera que haya escuchado los cánticos en la San Silvestre y fiestas palentinas entenderá cuál es su sentir respecto a sus cercanos y a la vez lejanos vecinos del sur. Al pasear por la calle Mayor de Palencia, uno se puede sorprender de la cantidad de cosas que no han cambiado; como decía el periodista alemán Karma Kraus en 1987 una ciudad enemiga de los adictos a la distracción. Pero en esa aparente falta de cambio, uno puede encontrarse con no pocas sorpresas: el bar con más tipos de ginebras del mundo, el restaurante ‘La Encina’, ganador tres años consecutivos del campeonato a la mejor tortilla de España, pequeñas joyas como el cine club muy probablemente más antiguo de la península ibérica (Cine Club Calle Mayor), o su recién reestrenado Ateneo cultural científico literario, estreno que está convulsionando la vida intelectual de la ciudad. Palencia siempre se movió entre el estatismo y las sorpresas, como ocurrió con las vías del tren, décadas de debate para que al final siga pasando por en medio de la ciudad, pero la sorpresa es que la gente de avanzada edad está encantada con tener una estación tan cerca, es una bendición -dicen-, y es que a veces no cambiar nada es un enorme acierto. También seguirán sin excavarse los «más de 1.000 yacimientos reconocidos que incluyen todas las etapas de la historia, desde el Paleolítico hasta finales de la Edad Media, que atestiguan el gran potencial arqueológico que esconde bajo tierra la provincia de Palencia y la importancia que este territorio tuvo en determinados momentos» (Diario Palentino). Una ciudad de sorpresas: «en su pasado» podía convocar un concilio, y tiene constancia de haber creado la primera universidad de toda España, poseer uno de los Cristos más grandes del mundo, ser la segunda ciudad más exportadora de la región, o tener la menor tasa de suicidios de España. Me consta que los palentinos siempre han visto con muy buenos ojos a los burgaleses, numerosas familias provienen de ambos lados, incluso algunas peñas deportivas están hermanadas y, lejos del típico provincialismo, coinciden en que hubiera sido mejor vender el románico de una zona conjunta Burgos-Palencia. En la actualidad destacamos que la corporación municipal ha endosado a los ciudadanos un amargo regalo recurriendo una sentencia que obligaba al Ayuntamiento de Palencia a cumplir la Ley de Memoria Histórica y la obligación de cambiar el nombre de la plaza Abilio Calderón, pero la sorpresa es que el partido en el gobierno se ha negado. Este gesto indigesto coincide con la publicación de un libro de un reconocido historiador palentino José Luís Sánchez que se titula: Abilio Calderón, el cacique de Grijota, abraza el fascismo. Y, tras esta mala noticia, como buenos deportistas y corredores de fondo, los palentinos tendrán que seguir esperando a una nueva sorpresa.

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