El Correo de Burgos

FERNANDO PÉREZ DEL RÍO

Ojo con el quejicoso

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HACE UNOS AÑOS, vi una noticia en la TV donde se mostraba a unos manifestantes protestando por el mal estado de un paso en la vía del tren. La periodista se acercó a una de las manifestantes y le preguntó ¿Y Vd. por qué se queja?. La mujer contestó: me quejo por el mal estado de este paso, pero me quejaría de cualquier cosa, terminó diciendo muy enojada.

Por un lado tenemos la queja responsable, el amigo que nos dice seriamente que algo no le ha gustado. Jean Paul Sartre (1905-1980) decía que el intelectual se encuentra entre las personas que dominan la técnica de un saber práctico, pero eso no es suficiente, el intelectual surge de las contradicciones entre las leyes de su trabajo y la estructura del capitalismo. El trabajador que se hace responsable de su queja y reclama una explicación.

Pero hay otro tipo de queja, la queja infinita, amarga, que culpa a los demás, la queja perpetua sobre cualquier cosa. Según la RAE, en su vigésima segunda edición, quejicoso: 1. adj. Que se queja demasiado, y la mayoría de las veces sin causa. A todos nos vienen a la mente personas que son quejicosas y que se quejan constantemente, ¡Estoy bien! pero… y como si fueran un águila, no paran de dar vueltas en círculos hasta encontrar algo negativo y lanzarse en picado sobre ello.

En no pocas ocasiones me encontré a personas muy instaladas en la queja, que, tras dar un repaso negativo a todo lo que las rodeaba, conseguían cierto desahogo en un primer momento, pero al rato terminaban desanimadas y tristes, puesto que la queja, como posición defensiva, se convierte en una espacie de autoengaño que permite a la persona permanecer en otra realidad. El quejicoso, aunque viva en las nubes, siempre afirma saber qué hacer aunque nunca haga nada para cambiarlo, no suele ser consciente de su postura «de queja».

Pero al final, de ver tanto la paja en ojo ajeno, el quejicoso se ve solo y necesitado de apoyo. Ciertamente la persona quejicosa termina colocándose en su sitio natural, que no es otro que la posición de víctima, y el victimismo puede ser una excelente coartada para no hacerse cargo ni responsabilizarse de lo que le ocurre. Así que, aunque a veces pueda tener razón, ojo con el quejicoso.

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