RELEVO EN ATAPUERCA
La tercera generación de codirectores de Atapuerca toma las riendas de proyecto
Se dobla el número de codirectores, de tres a seis. La Universidad de Burgos encara la dirección del proyecto científico en Atapuerca junto con la Universidad de Alcalá, el Cenieh y el Iphes de Tarragona.

Los seis codirectores de Atapuerca: José Miguel Carretero (UBU), Marina Mosquera (Iphes), María Martinón (Cenieh), José Ignacio Martínez (Universidad Alcalá), Andreu Ollé (Iphes) y Alfonso Benito (Cenieh).
Cuando Emiliano Aguirre empezó a formar los equipos que excavaban en Atapuerca se planteó un proyecto a largo plazo, porque los sedimentos apuntaban a labor para décadas, y formar un equipo español en una ciencia que apenas arrancaba a finales de los 70. Se planteaba Atapuerca como una cantera española de científicos y ciencias en torno a la evolución humana. El carácter y la divulgación de sus sucesores José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell, ya jubilados, y Juan Luis Arsuaga, que sigue un año más al frente de las excavaciones, permitió apuntalar el proyecto Atapuerca más allá del ámbito científico. Ahora, como ellos dicen, hay generaciones muy preparadas, una “cantera excepcional” de la que tirar. Así se ha gestado durante los últimos 30 años el relevo de un proyecto que sigue deparando sorpresas en el ámbito de la evolución humana.
No obstante, la transición tranquila de Atapuerca ha deparado alguna sorpresa. En las primeras reuniones para la puesta en marcha de la campaña de excavaciones en los yacimientos para este año 2025 había dos caras nuevas frente a las ya anunciadas. A los cuatro nombres ya conocidos del relevo María Martinón (Cenieh), Marina Mosquera (Iphes), José Miguel Carretero (UBU) y Ignacio Martínez Mendizábal (Universidad de Alcalá) se unen dos integrantes más del proyecto.
Como sus compañeros no son desconocidos, llevan años con puestos de responsabilidad en el proyecto. Se trata de Andreu Ollé (Iphes) y Alfonso Benito (Cenieh). Seis rostros para la coordinación del yacimiento pero que ya están integrados entre los investigadores principales del proyecto de investigación que ya se ha presentado a la nueva convocatoria del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Todos son conscientes que el proyecto ha crecido y si empezó con un director, continuó con tres codirectores, ahora se plantea crecer en la coordinación como lo hace Atapuerca. “Este es un proyecto grande y complejo la jubilación de los dos codirectores ha generado esta transición en la que se plantean que sean seis las personas que siguen al frente un relevo en la investigación al solicitar el nuevo proyecto y en el trabajo de campo”, remarca el director del laboratorio de evolución humana de la UBU, José Miguel Carretero.
“Hay una cosa que compartimos todos y es que es un honor y un privilegio tener este papel ahora, pero también hay un sentido de la responsabilidad”, explica la directora del Iphes de Tarragona, Marina Mosquera. Añade su compañero del Cenieh y experto en el estudio de la traceología, Andreu Ollé, que “seis de los cuatro ya llevan tiempo en la codirección de proyectos, todos tenemos experiencia de coordinación de yacimientos y a nivel interno ya hemos hecho coordinación, lo que cambia es que esto te da una visibilidad de cara al exterior que no teníamos”.
Para Alfonso Benito, geólogo del yacimiento y responsable de la línea de investigación sobre esta materia en el Cenieh, el nombramiento fue “primero una sorpresa, no pensaba en asumir esa labor de coordinación, después del vértigo llegó una ilusión muy grande pero también una gran responsabilidad ante el reto”.
Esta tercera generación de codirectores de Atapuerca tiene también otra característica. Lejos de caer en la tentación de la deslocalización a centros de investigación o universidades extranjeras, se enraíza un poco más con el territorio. Burgos ostenta dos de los tres subproyectos vinculados a la investigación en Atapuerca. Y la Universidad de Burgos, en colaboración con la Universidad de Alcalá, suplirá la presencia de la Universidad Complutense de Madrid. Es decir, las Universidad de Burgos, que hace 20 años a penas tenía dos profesores y un puñado de becarios, alcanza ahora la dirección del proyecto.
“Parte del proyecto que estaba en la Universidad Complutense de Madrid va para la Universidad de Burgos porque era de una lógica aplastante cuando el proyecto que lidera José Miguel Carretero ha logrado tomar cuerpo y tener capacidad para liderar junto con Alcalá uno de los subproyectos” señala Marina Mosquera.
El nuevo proyecto de investigación nacional, el anterior que expira ahora alcanzó una dotación de 800.000 euros en total, se resolverá el próximo verano y se divide en tres subproyectos que se vinculan a cada uno de los tres centros que asumen la dirección ahora. La Universidad de Alcalá y la UBU, a través del Laboratorio de Evolución Humana, llevará a cabo el estudio de la paleoantropología humana de los huesos postcraneales y la coordinación del complejo de Cueva Mayor (Portalón, Sima de los Huesos y Estatuas interior y exterior). El Cenieh llevará a cabo el estudio paleoantropología de la parte de cara y dientes y se encarga de los estudios de datación y geología del yacimiento. El Iphes de Tarragona asume la parte de arqueología y reconstrucción cultural de los homínidos.
En el primero, los investigadores principales son Carretero e Ignacio Martínez Mendizábal. En el segundo asumen ese rol María Martinón y Alfonso Benito. En el tercera, radicado en Tarragona, lideran la investigación Marina Mosquera y Andreu Ollé. Son seis, pero “la idea es dividir la labor de representación dependiendo un poco de las circunstancias y un trabajo conjunto”, señala Carretero
El resto para la UBU es que las instalaciones del Laboratorio de Evolución Humana, ubicada sen el edificio I+D+i crezca. “Necesitamos más espacio para seguir creciendo”. Y es que todo el depósito en estudio del complejo de cueva mayor se compartirá con Alcalá. Esas minúsculas piezas que acaban transformándose en cráneo completos deben encontrar acomodo en las dependencias del Laboratorio de la Evolución Humana de la UBU que ya tiene una de las colecciones osteológicas de la Edad Media más completas a nivel nacional. “El material en estudio se depositará aquí, necesitamos también más espacio para la consulta de investigadores o colaboraciones que llegarán, entonces, dentro de todo, la buena noticia es que crecemos ahora el reto es prever como mejorar las instalaciones”, reconoce.
Hay muy pocos proyectos de esta envergadura con 40 años de trabajo sistemático, por un mismo equipo que se mantiene con 11 yacimientos abiertos y una cronología de trabajo que abarcan desde las primeras poblaciones de Europa, una especie propia como Homo antecesor, el universo neandertal y las primeras poblaciones de agricultores y ganaderos. Es decir, hay una ocupación sistemática desde hace más de 1,4 millones de años hasta la prehistoria reciente. Ahora llega el momento de atacar el nivel TD-6, del que tanto han oído hablar las nuevas generaciones y que ellos cataron en sus primero smomentos. “Este es el año en el que podremos disponer de 40 metros cuadrados en extensión del nivel 6 de Gran Dolina y lo que ya vemos es que la colección paleontológica es excepcional”, sentencia Andreu Ollé.
Mantienen la intención de seguir con los 11 yacimientos “no hay visos de que se vayan a agotar”. Atapuerca irá dictando el camino. “Siempre puede aparecer algo que te haga cambiar el foco y, en un futuro, mirar a otro lado”, explica Carretero. “Algunas zonas están a punto de cerrarse, eso nos permitirá, en función de los hallazgos que nos vaya ofreciendo la sierra abrir nuevo o concentrar más personal en puntos de interés”, explica la directora del Iphes.
Lo que queda claro es que hay trabajo para nuevas transiciones en Atapuerca. “En los 11 yacimientos abiertos hay mucho por hacer y saldrán cosas muy importantes, hay volumen de trabajo suficiente, y queda mucho por abrir”, expone Alfonso Benito. Estiman que hay hasta 40 rellenos con sedimento en la zona tanto en cuevas como en exterior. “No tiene sentido abrir más si no tienes capacidad para excavarlo o para realizar el trabajo científico posterior”, señala Marina Mosquera.
El trabajo a penas acaba de empezar. Por eso son conscientes que la cuarta generación de responsables de los trabajos de investigación en Atapuerca ya está en fase de formación. “Hay cantera para una cuarta generación que están muy preparadas, hay gente supervaliosa en primera línea porque se ha logrado crear un grupo con mucha experiencia que garantiza que las cosas salgan adelante”, señala José Miguel Carretero. Es lo que garantiza una transición tranquila por la continuidad de un proyecto científico clave en la evolución humana y encabezado por científicos españoles.