Trotaburgos
Vadocondes, un pueblo de Interés Cultural y, sobre todo, comprometido con su historia
El recorrido invita a un viaje al pasado lleno de detalles arquitectónicos
Vadocondes es uno de esos pueblos de la Ribera del Duero que hay que descubrir y disfrutar. Con una población que apenas supera los 370 habitantes, atesora un casco histórico que está declarado Bien de Interés Cultural desde el año 2008.
Sus orígenes se remontan a la Prehistoria, con yacimientos que evidencian la presencia humana durante la Edad del Cobre y la Edad del Bronce. El paso romano también dejó una huella importante y prueba de ello es el yacimiento de Santa Ana, localizado junto a la calle de los Mesones, en el margen izquierdo del río Duero, y en las inmediaciones del arroyo de la Rebolleda, en el que se han hallado diversos fragmentos de la típica cerámica romana de color rojo conocida como Terra Sigillata Hispánica. En este punto se sitúa el denominado Puente Seco, dónde se erigió en el siglo XVIII una ermita, hoy en día desaparecida, bajo la advocación de Santa Ana.
La primera mención documental de Vadocondes data del año 1136 en una concordia episcopal en la que se establecían los límites entre los obispados de Burgos y Osma. A lo largo de la Edad Media, la villa desempeñó un papel estratégico en los conflictos de la época y fue incluso moneda de cambio entre los poderosos del momento. La construcción de murallas, puertas de acceso como la Puerta Nueva y la Puerta de Burgos, y su magnífico puente sobre el Duero, testifican el desarrollo de este enclave. En el siglo XV, Vadocondes adquirió la condición de villa, un cambio que se refleja en la construcción del rollo jurisdiccional, símbolo de su autonomía.
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El paseo promete y cumple. La iglesia parroquial, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción merece especial atención, no solo por su belleza sino porque representa el esfuerzo de un pueblo que ha hecho de la unión una estrategia de futuro. El municipio ha encontrado en el sistema de financiación colectivo el mejor aliado para proteger su legado histórico. Así rehabilitó primero el retablo Mayor, que tenía unas patologías que corrían el riesgo de ser irreversibles, y varias imágenes como la talla de la Virgen y la del Niño Jesús. Ahora cuenta los días para recuperar su tesoro más preciado: un órgano de 1826 que llevaba décadas en silencio y que gracias a la solidaridad van a recuperar. “Fue una gran iniciativa de Miguel Ríos, Jesús Castro y Mariano Jiménez, y desde luego mereció la pena porque entre aportaciones y los crowdfunding recaudamos un total de 300.000 euros”, agradece el alcalde Luis Javier Herrera, con la mirada puesta en el mes de enero, fecha en la que la empresa de Zaragoza finalizará la restauración de este bello órgano. “En la colecta se ha volcado de una manera ejemplar el pueblo”, agradece.
Seguimos camino, descubriendo otras paradas imprescindibles, como el puente del siglo XV sobre el río Duero, las murallas y sus puertas, y la plaza presidida por el rollo jurisdiccional. No hay que perder detalle de un recorrido que sorprende con trece casas catalogadas de Protección Especial por Patrimonio, por su singularidad arquitectónica y detalles como balcones colgantes que desafían al tiempo y molduras de lo más creativas.
Como parte de la Ruta del Vino, Vadocondes es un buen ejemplo del espíritu Ribera del Duero. Posee dos barrios de bodegas subterráneas: ‘el de arriba’ y ‘el de abajo’. Ambos están ubicados en una ladera separada del casco urbano, justamente en el lado contrario de la carretera nacional por la que se accede al municipio. Este barrio de bodegas destaca por sus lagares tradicionales, gran referente comarcal. Las zarceras, que asoman en la ladera, dan fe de la realidad subterránea, en cuyas naves predominan los arcos de ladrillo. En el inventario que se realizó en el año 2017 se contabilizaron 78 bodegas, con una longitud media de 33 metros y un recorrido total de 2,5 km. Las bodegas están dispuestas en dos niveles de galerías superpuestos, a una profundidad de entre 1 y 5 metros. Además, hay 98 zarceras y 116 lagares; algunos incluso se siguen usando para elaborar vino, hecho insólito en la actualidad. La única pena es que no son visitables, porque la mayoría está en manos privadas.
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Para tomar un vino y recuperar fuerzas, hay dos bares en los que ofrecen pinchos, pero si queremos comer, la única opción es el hotel Área Duero. “Tiene una pequeña carta, pero sobre todo ofrece menús del día y están muy ricos”, anima el alcalde.