Preocupación en el Ayuntamiento de Aranda por un posible retraso en la apertura de las piscinas municipales de verano
El Consistorio mejora con creces la oferta para despertar el interés de las empresas. Estas son las nuevas condiciones

Imagen de la piscina de la Calabaza. L.V.
Las piscinas municipales de Aranda son un elemento fundamental cada verano pero este año podría retrasarse la apertura. Según explica la concejala de Deportes, Belén Esteban, a sabiendas de que en 2024 finalizaba el periodo de vigencia de la última concesión, se empezó a trabajar hace un año, pero la “tramitación larga y compleja de este tipo de contratos”, unida a la obligación de redactar unas ordenanzas regulatorias, fiscal y de uso, “que no estaban”, ha dilatado los plazos. “Vamos muy justos, pero hemos dado orden para que sea prioridad en Contratación y en cuanto finalicen con los fondos europeos, será lo primero”, asegura con la esperanza de llegar a tiempo a mediados de junio, que es cuando suelen abrir las piscinas de verano.

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Aunque en un primer momento el plan pasaba por realizar una ambiciosa remodelación tanto de La Calabaza como de Acapulco, el retraso obliga a cambiar los planes. Según explica, la prioridad ahora es adjudicar el nuevo contrato y para despertar el interés de las empresas, han diseñado una oferta “muy atractiva”.
Mejoras: sube el canon y asume el coste del autobús
Entrados en detalle, el Ayuntamiento incrementa el canon un 55% por lo que las arcas municipales pagarán a la adjudicataria 84.000 euros, 30.000 más que el último contrato cuando se cerró en 54.000.
A propuesta de la oposición, el Ayuntamiento asumirá el coste del autobús, que hasta ahora financiaba la empresa, para que siga siendo gratuito para los usuarios, y además realizará una inversión inicial de 115.000 euros para la puesta a punto de la temporada con unos trabajos que servirán, entre otras cosas, para adecentar y mejorar las “muchas zonas verdes” de ambos espacios . También se hará cargo de las averías grandes que puedan surgir.
Como último incentivo, el Consistorio incluye una nueva cláusula y dará libertad a la empresa para poner el precio que desee en el bar- restaurante. “Hasta ahora estaba todo un poco controlado, el margen de beneficios, los precios... pero ahora la empresa tendrán más libertad de maniobra y puede ser una vía de ingresos”, anima Belén Esteban.
Según el contrato que está en Contratación, tendrá una periodicidad de dos años con posibilidad de prorrogar otros dos. “Hemos fijado un plazo relativamente corto para que nos de tiempo a contratar el proyecto de remodelación”, subraya con la mirada puesta en poder iniciar las obras en 2026.
Sobre el papel, la obra será importante. Además de resolver de forma definitiva las carencias en accesibilidad, las fugas de los vasos y la reorganización de las zonas verdes, donde hay árboles que se están comiendo literalmente las tuberías de las piscinas, en Acapulco la idea es poner una cubierta retráctil para poder ampliar la temporada estival. En cuanto a la piscina de La Calabaza, el proyecto deberá incluir un parque infantil acuático con toboganes y una zona verde con sombrillas fijas, mesas y una zona del restaurante “bien acondicionada”.

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El proyecto de la piscina de La Calabaza se remonta a septiembre de 1965 con el entonces alcalde, Luis Mateos. Tras numerosos retrasos e imprevistos, las piscinas se inauguraron en julio de 1970. Inicialmente contaba con una piscina olímpica y otra infantil y en 1973 se construyó la tercera, con una profundidad más uniforme para que fuese asequible para todos los públicos.
En cuanto a la piscina Acapulco, debe su origen a un promotor privado, Gregorio Cascajares en 1969. Según explica el historiador, Máximo López Vilaboa, el éxito fue inmediato: piscina olímpica de 50 metros y otra infantil, un bar con cafetería, un amplio aparcamiento y, sobre todo, un trampolín que posibilitó la llegada de estrellas internacionales que hacían de los saltos acrobáticos un atractivo innegable a principios de los años 70. Sin embargo, a finales esa década entró en declive y en 1982 cesó la actividad. Tras un intento fallido de apertura por parte de otro empresario y la conversión de la cafetería en la sala de fiestas Brandy’s, en la que no faltaban los espectáculos eróticos, el Ayuntamiento de Aranda acordó en el pleno del 24 de noviembre de 1981 adquirir estas piscinas por 27 millones de pesetas. Comenzaba así una gestión municipal que ha llegado hasta la actualidad.