“Me encanta el campo, pero si volviese a nacer no sería agricultor”
José Daniel Grijalvo asegura que el campo vive una debacle agravada por las lluvias, los precios y la burocracia

José Daniel Grijalvo
No son tiempos fáciles. José Daniel Grijalvo Preciado es el gerente de la Cooperativa Agrícola Nuestra Señora de Natividad, y es agricultor desde que nació porque sus padres ya tenían tierras. Sin embargo, las dificultades de los últimos años están haciendo mella. “Me encanta el campo, pero si volviese a nacer no sería agricultor. Es una debacle, son todos problemas, y Europa impone cosas que no son lógicas, como cultivos que no funcionan o fitosanitarios que no sirven”, reprocha.
Especial indignación despierta la burocracia, cada vez más excesiva. “Te entierran en papeles, pero luego permiten la entrada de productos de países como Marruecos, que llegan sin ningún tipo de control”, rechaza, preocupado por la falta de relevo generacional. “En todas las manifestaciones que hemos hecho, y que no nos han hecho ni caso, la media de edad es de 50 para arriba. Hablan de agricultores jóvenes y tienen 30 años. Aquí, de 18, vemos muy pocos”.
La lluvia de este año colma la paciencia. Con 300 hectáreas de patata, remolacha, cereal, guisante y girasol que tiene en Villaquirán de los Infantes (Burgos) y pueblos de alrededor, las expectativas se complican. “En la patata, por ejemplo, la siembra fue muy tardía y la humedad está complicando mucho la campaña. Solemos plantar en abril y cosechar en septiembre-octubre, y este año plantamos casi en junio, y habrá que ver si a finales de octubre están secas, pero ya sabemos que en octubre lo normal es que llueva”.
Las primaveras de mucho agua no son buenas ni para la patata ni para la remolacha
Según explica, las primaveras de mucho agua no son buenas ni para la patata ni para la remolacha. “La carga de humedad abre las puertas, como lo está haciendo, a hongos como el mildiu o el oidio, pero este año, sobre todo, tenemos mildiu, así que no queda otra que tratar cada quince días”.
La incertidumbre se extiende a la remolacha, que con la humedad está sufriendo el ataque de la cercospora, e incluso al cereal, “donde estamos viendo mal de pie o pie negro”, un hongo que pudre la raíz y “entonces la planta echa otra raíz, y en ese paso para el desarrollo vegetativo de la planta y del grano”.
En el caso de la remolacha, suele sembrar en San José -19 de marzo- y recoge entre noviembre y diciembre. “Por ahora va bien, pero preocupa la cercospora y, dentro de poco, el oidio, que suele ser un hongo más tardío”, señala, sin olvidar las olas de calor. “Por encima de 33 ºC, afecta mucho al regadío porque para la planta: en la patata no engorda el tubérculo, y la remolacha tampoco hace azúcares”.
En cuanto al girasol, que siembra en mayo-junio y recoge en octubre, “nació muy bien, pero aquí tenemos un serio problema con los animales. Las palomas torcaces las destrozan al nacer, los corzos cuando brotan, y los conejos y los jabalíes en cualquier momento. Yo entiendo que será porque han bajado mucho las licencias de caza, pero la administración debería replantear los precintos que da”.
Es una temporada complicada para la patata
El corzo no es el único cérvido que hace estragos. “Ahora tenemos también gamos. El otro día vi 25, y no es una especie autóctona. Si me preguntas por qué no vallo, la respuesta es rápida: sería inviable económicamente”, advierte mientras enseña los primeros 20-30 metros de parte de sus parcelas. “Están todas comidas por bichos”, señala, a sabiendas de que “el problema del seguro es que, como des tres años seguidos parte, te dejan de cubrir esa parcela”.
Llega el momento de hablar de precios. “Es un desastre. El cereal es una broma, estamos en mínimos históricos, y la patata, que llevaba tres años buenos, ha dado un bajón tremendo. Hemos pasado de 65 céntimos a 24 la patata nueva, y encima, como la nuestra se ha sembrado tarde, en cuanto Salamanca y Valladolid empiecen a arrancar, se hará un tapón y nos costará llegar al mercado. Es una temporada complicada para la patata”.
La tendencia puede afectar a otros cultivos. “Si el cereal está barato, baja todo, pero los costes siguen subiendo, como fungicidas o abonos, y, además, como han prohibido todo lo que de verdad funcionaba, ahora nos vemos obligados a tratar más veces, con lo que gastamos más y contaminamos más. No tiene ningún sentido”.