El Correo de Burgos

CINE / 10 años sin Paul Naschy

Larga vida al rey del fantaterror

Hoy 30 de noviembre se conmemora una década del fallecimiento del cineasta madrileño -y burgalés de adopción- Jacinto Molina, más conocido como Paul Naschy

Paul Naschy / Jacinto Molina en la película de 1976 'Inquisición'. ECB

Paul Naschy / Jacinto Molina en la película de 1976 'Inquisición'. ECB

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El recorrido vital de actor, guionista y director Jacinto Molina podría dar para todo un serial. Nacido en 1934 en la calle Postas de Madrid, padeció en su infancia los miedos e incertidumbres que generó la Guerra Civil Española. Tras acabar la contienda se trasladó a Burgos, donde su padre abrió un negocio de pieles en Castañares. El ambiente de la ciudad, la influencia de su institutriz alemana y la belleza gótica de la Catedral forjaron gran parte de su personalidad y sus gustos culturales.

La familia se trasladó a Madrid hacia 1941. Enrique Molina abrió una peletería en la calle Mayor donde durante décadas acudió una célebre clientela. Jacinto conoció a gentes de la nobleza, toreros y artistas en el comercio familiar mientras estudiaba y leía compulsivamente libros fantásticos y de aventuras. Verne, Stevenson o Bécquer revelaron al joven lector la existencia de otros mundos de misterio que más tarde serían claves en sus creaciones. Sus tíos Jacinto y Emilio fueron una gran influencia para él. Le introdujeron en el gusto por la pintura, la arquitectura y las artes en general. También la enciclopedia Espasa que compró su padre, y que Jacinto leía con arrebato, le destapó un universo de conocimientos que utilizó durante años para documentar sus guiones.

Una tarde, paseando por la Gran Vía, se paró frente al cine Capitol y vio el cartel de una película que le marcaría para siempre: Frankenstein y el hombre lobo (Roy William Neill, 1943). Al ser para mayores no pudo entrar a verla, pero los afiches que vio en la fachada del cine agitaron su fantasía. Por la noche comenzó a imaginar ese filme que no había visto y plasmó a los personajes en varios dibujos. Pero no se rindió, quería ver esa película. Hasta que no la repusieron en un programa doble en un cine de su barrio -y gracias a la amabilidad de un acomodador que le coló- el niño Jacinto no pudo disfrutar de aquella historia de monstruos y licántropos que supuso una gran revelación para su existencia.

Molina pasó de las Escuelas Pías de San Fernando al Ramiro de Maeztu, un lugar clave en su educación. Allí comenzó a practicar seriamente otras de sus grandes pasiones, el deporte, donde sobresalió en gimnasia. Años después se especializó en la halterofilia, donde fue todo un referente ganando varios campeonatos de España y acudiendo a los Mundiales de esa disciplina.

Pero el joven Molina no abandonaba la lectura, el dibujo y el cine. Estudió Arquitectura y comenzó a tener relaciones con el mundo del Séptimo Arte, gracias especialmente a los contactos que su padre tejía en la peletería. Además, hacía ilustraciones para carpetas de discos de vinilo y escribía novelillas del oeste con el pseudónimo de Jack Mills.

Paul Naschy en

El retorno del hombre lobo

(1980), una de sus más recordadas encarnaciones de Waldemar Daninsky. ECB

Pero su objetivo era el cine. Su propósito era trabajar como decorador, pero el destino le llevó por otros derroteros. Tras ser meritorio de dirección, figurante y actor de reparto llegó el día en que escribió su primer guión. Un coproducción entre España y Alemania lo puso en marcha. Pero había un problema: no encontraban al actor que interpretara al personaje principal. Jacinto, animado por el equipo, decidió encarnar él mismo al protagonista de su propio libreto, La marca del hombre lobo. E inventó un nombre artístico que sonara mejor en el extranjero. Era 1968 y nacían dos leyendas: el actor Paul Naschy y el hombre lobo Waldemar Daninsky. El resto es historia: más de 130 películas como actor y 15 como director. Toda una vida de cine.

Naschy y Burgos

Los Molina-Álvarez solían regresar a Burgos en verano para visitar a familiares y amigos. Nunca olvidaron la tierra castellana. En 1969 Jacinto se casó en Burgos con Elvira Primavera en la Catedral. Su esposa fue, como es natural, una persona importantísima en su vida, pero también un apoyo constante y fiel en su carrera como cineasta, siempre voluble y salpicada de éxitos y sinsabores.

Pero su relación con Burgos fue mucho más allá de lo familiar. En los años noventa publicó durante unos meses una página sobre sus ‘monstruos favoritos’ -reales o ficticios- en Diario 16 Burgos, artículos que más tarde compiló en el libro Crónicas de las tinieblas. Con mucha ilusión, promovió junto a Antonio Gregori el Fantastic Burgos, una semana de cine fantástico que apenas duró dos ediciones. Al final de su vida, muy mermado por el cáncer que padecía, indicó en sus últimas voluntades el deseo de ser enterrado en Burgos, la tierra de su esposa. Y así se cumplió. En el panteón de su familia política del cementerio de San José, los restos mortales de Jacinto Molina descansan para siempre.

La obra de Naschy, despreciada durante años, va siendo revalorizada paulatinamente en todo el mundo y reivindicada en muchos festivales, siendo un icono del cine fantástico y de terror en países como EEUU, Alemania o Japón. En España, poco a poco, las nuevas generaciones de espectadores se van enganchando a un universo fílmico -único e intransferible- que destila un profundo, sincero y casi suicida amor por el cine.

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