Covid. Cinco años de la pandemia que cambió el mundo
Primera infancia confinados. «Los niños demostraron una gran capacidad de adaptación»
El servicio de Salud Mental Infanto-Juvenil del HUBU mantuvo la atención a las familias durante la pandemia y abrieron un blog que se consultó desde 21 países. El estudio sobre el efecto de la pandemia en la salud mental en niños y adolescentes con 422 pacientes del servicio determinó que en el confinamiento «no aumentaron los síntomas»

Equipo médico del servicio de Psiquiatra Infanto Juvenil del HUBU.
El confinamiento fue un momento único. La sociedad actual nunca se había visto obligada a estar encerrada en casa ante la amenaza de un virus invisible que, como se veía en la televisión y en internet a todas horas, llenaba los hospitales y generaba cientos de muertes. Miedo, incertidumbre, ansiedad están asociados a este periodo. Estrés, depresión o trastornos del sueño fueron los problemas más comunes en el inicio de una etapa desconocida encerrados entre las paredes de casa. Pero ¿cómo afectó a los niños y adolescentes una situación tan disruptiva como el confinamiento?
El equipo del servicio de Salud Mental Infanto-Juvenil del Hospital Universitario de Burgos (HUBU) sostiene, con evidencias científicas que se plasman en el estudio ‘Confinamiento y Salud Mental en Población Infanto-Juvenil: Estudio Prospectivo’ publicado en la revista ‘Psicosomática y Psiquiatría’ del primer trimestre de 2021, que «los niños demostraron una gran capacidad de adaptación», sostiene el psicólogo clínico coordinador del servicio, Xosé Ramón García Soto.
En el estudio se analizó la situación de 422 pacientes entre los tres y los 18 años en diferentes fases del confinamiento. Un seguimiento a usuarios del servicio, con lo que había datos de su situación clínica previa a la irrupción del coronavirus en nuestras vidas, que sorprendió a los profesionales. «Realizamos un seguimiento de los menores que atendimos durante el confinamiento y volvimos a valorarlos posteriormente y, puede sorprender, pero nuestros resultados no mostraron efectos relevantes sobre la salud mental de los niños». Es decir que, aunque hubo casos con empeoramiento ante una situación que generaba muchas limitaciones, «el resultado global no fue un aumento de los síntomas».
Sin dejar de lado lo obvio, la pandemia fue trágica «algunas familias sufrieron pérdidas familiares, tuvieron problemas económicos o se rompieron por la situación y éstas son situaciones que dejan secuelas independientemente del momento en el que se produzcan». Pero, también, hay otra lectura. «Para otras familias el confinamiento fue una limitación de actividades y un periodo de preocupación, la recuperación psicológica avanzó a medida que se normalizaba la vida cotidiana». Entre los adolescentes y niños aseguran que «no hay pruebas de que el confinamiento haya causado una afectación masiva y persistente de su salud mental».
Hay quien considera que el confinamiento está detrás del aumento del aislamiento de los jóvenes o del incremento de usos de las nuevas tecnologías y la vida virtual. La figura del adolescente encerrado en su habitación, aislado del resto de la familia, no es algo generalizado. «El confinamiento aumentó el aislamiento de los jóvenes, sin duda, pero su respuesta fue más sana de lo que nos esperábamos». El servicio constató en ese seguimiento continuo durante el confinamiento que los adolescentes habían aumentado su relación con el resto de la familia, participaban en actividades como poner o quitar la mesa, ver series juntos, desempolvaron los juegos de mesa… «Compartían más tiempo con la familia, en muchos hogares se reforzaron los lazos familiares».
Respecto a las nuevas tecnologías, García Soto sostiene que, pese a que el confinamiento aumento las horas delante de la pantalla, «las redes sociales fueron uno de los grandes factores de protección porque permitieron el contacto social y la comunicación cuando no había otro modo de relacionarse».
Efecto transitorio
En los niños más pequeños, que no habían conocido más que mascarillas, gel hidroalcohólico y el miedo en las primeras salidas al exterior y la interactuación con otros, hubo ciertos problemas, pero transitorios. «Hubo un periodo en que se consultaron problemas de niños de poca edad con retrasos de habla que podían relacionarse con las mascarillas, pero duró poco tiempo y, por los datos de nuestros estudios, a los tres años no parece haber tenido efectos duraderos». Aseguran desde el servicio de psicología clínica del HUBU que la pandemia ha demostrado que «la capacidad de los niños para recuperarse de situaciones adversas es grande» y que «los padres supieron proteger a sus niños».
Un factor relevante para los profesionales del servicio de salud mental Infanto-Juvenil del HUBU es que la pandemia fue global pero los efectos en cada sociedad deben medirse por países y no generalizar. En todos no hubo las mismas limitaciones ni los países estaban igual de preparados para asumir una situación sanitaria y social que tensionó de manera transversal a todos y a todo. «El confinamiento fue una experiencia global, pero las condiciones de los países no eran las mismas e incluso en el mismo país cambiaban de un lugar a otro». La cobertura de dispositivos sanitarios y mantener servicios como los de salud mental a pesar de la pandemia fueron claves para determinar unos u otros efectos.
En Burgos, el servicio de atención de salud mental se mantuvo abierto en tiempos del covid. Pensaron en lo que se venía antes de que se decretara el inicio del confinamiento de toda la población el 15 de febrero de 2020. «Funcionamos con limitaciones, pero sin interrupción». De esta manera se mantenían en contacto telefónico con los pacientes en seguimiento para saber cómo evolucionaban, cómo afectaba a las familias una situación tan crítica. «Fue un periodo complicado pero creativo y muy gratificante que nos permitió conocer día a día, familia a familia, el temple de nuestros conciudadanos». Pero fueron mucho más allá.
Del Divino Vallés a 21 países
La situación era crítica para todos, no solo para la población que estaba siendo atendida por el servicio de psicología infanto-juvenil del Hubu. En ese esfuerzo de creatividad surgió la idea de dar pautas y ayudas a través de un blog de libre acceso. «Necesitábamos mantener el contacto con las familias y decidimos utilizar todos los recursos a nuestro alcance», recuerda García Soto. Empezaron por enviar correos electrónicos con «instrucciones sencillas de cómo hacer frete a las dificultades que nos contaban». Eso derivó en una serie de artículos que difundían a través de las redes sociales y que acabó con un blog sobre información psicológica para familias ante una situación excepcional.
Las entradas arrancaban con el artículo ‘Cómo explicar a los niños la situación actual’ y daban tips o ideas para organizar la vida de una familia encerrada en casa, cómo combatir el aburrimiento, el estrés, la frustración o el nerviosismo de los niños al no poder salir, O cómo hablar de la enfermedad y la muerte a los más pequeños o el uso de la tecnología o criterios sobre crianza positiva. Una serie de entradas a un blog que perseguía cumplir una máxima de todo el servicio «no nos verán, pero estaremos con ellos».
El objetivo era, fase a fase del confinamiento, acompañar a las familias a reconstruir la normalidad desde casa. Se establecían además recursos infantiles como la lectura de cuentos con los que mostrar a los más pequeños lo que era un virus y ayudarles a gestionar sus emociones, un cuadernillo para elaborar una cápsula del tiempo o técnicas de relajación y guías de actividades en familia durante el confinamiento.
Una serie de recursos que resultaron útiles no sólo para las familias burgalesas. La red de redes es un altavoz internacional que, ante un problema común en los cinco continentes, generaron interacciones más allá. «El blog lo diseñó y mantuvo Arancha Bernal que hizo su tesis doctoral analizando los datos del confinamiento, la situación tres meses después y a los tres años», recuerda García Soto. El blog generó 4.000 visitas en los primeros días. La sorpresa para todos es que los usuarios llegaban desde 21 países distintos. Esos primeros datos alimentaron la necesidad de seguir en contacto con las familias a través de esta herramienta. «La idea era estar con las familias y transmitir información útil para hacer frente a la situación y todos los medios eran buenos para hacerlo», sostiene el coordinador del Servicio.