Ribera cierra la vendimia con 95 millones de kilos de uva, la tercera más corta de la década
Aunque escasa, la calidad es excepcional según los expertos. Analizamos los pros y los contras de esta cosecha atípica
Apuntaba a que iba a ser una cosecha corta y así ha sido. Según los datos preliminares, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero da por finalizada la vendimia 2024 con una recolección de 95.092.204 kilos de uvas, 22,5 millones menos que en 2023, cuando se saldó con algo menos de 118 millones. También se queda por detrás de años como 2022, con más de 105 millones de kilos de uva, y los casi 110 millones recogidos en 2021.
Si echamos la vista atrás, en los últimos años la cosecha actual se equipara a la de 2013, cuando se recolectaron 95 millones, y solo supera en cantidad las campañas de 2015, cuando la cosecha se limitó a 88 millones de kilos, y la de 2017, cuando una helada histórica y terrorífica, que desplomó de forma continuada las temperaturas por debajo de los 6 grados bajo cero, mermó la cosecha a la mitad, dejándola en apenas 55 millones de kilos de uva.
Por el contrario, las añadas de mayor volumen de la última década han sido la de 2016, con unos históricos 133 millones de kilos de uva; seguida por la de 2020, con 123 millones; y la de 2014, con 122 millones.
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Pero en Ribera del Duero, más allá de la cantidad, importa la calidad, y ahí la satisfacción es plena. “Este año ha sido especialmente complicado, ya no tanto por la sequía, sino por el pedrisco y las heladas, pero la uva que ha quedado en la viña realmente ha llegado muy sana”, afirma el presidente de la asociación de enólogos Enoduero, José Nuño.
Según explica, aunque los embistes meteorológicos provocaron una merma importante, la uva que quedó “ha crecido fortalecida, más concentrada, y eso se ve en la intensidad de color”.
Por otro lado, esta limitación también ha ayudado a incrementar un poco el grado alcohólico, un aspecto positivo, ya que con carácter general en España venía un poco justo. “Gracias a la poca carga de la planta, la uva ha madurado bien y ha llegado a bodega con una calidad extraordinaria”, subraya, convencido de que así se confirmará cuando el panel de expertos dictamine la calificación de la añada, que siempre encarga el Consejo Regulador Ribera del Duero.
Por el momento, el Consejo Regulador guarda silencio a la espera de emitir el informe definitivo de campaña, que se hará público “una vez haya concluido todo el trabajo de revisión de los datos recopilados, así como de los partes de incidencias y de la declaración de cosecha”.
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Si el año ha sido difícil, la vendimia no se ha quedado atrás. Ha sido corta en cantidad, pero larga en el tiempo. De hecho, la recogida comenzó en algunas parcelas el 28 de agosto y se ha prolongado hasta ayer, 17 de octubre. “La cosecha venía muy irregular, y mientras las zonas que no se han visto afectadas por el hielo o el pedrisco iban bien, el resto llevaba como 15 días de retraso y eso, sin duda, ha marcado la recogida, pero no ha sido el único factor. Ha habido tres o cuatro parones por lluvias y eso ha retrasado, pero también ha ayudado a que madure bien y coja un poco de peso, aunque sin llegar a resolver el problema de cantidad que ya veníamos arrastrando”, subraya el experto.
Superada la vendimia, las lluvias de estos días son bienvenidas. “Es un momento muy bueno, porque la planta todavía no ha perdido la hoja y es la mejor reserva, sobre todo después de dos años especialmente secos como fueron 2022 y 2023”, termina.
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A la hora de completar este análisis, hay que tener en cuenta el contexto. “Puede parecer una cosecha corta, pero no podemos olvidar el momento, con un consumo mundial de vino en retroceso, sobre todo en vino tinto”, explica desde la asesoría vinícola y enológica Red Bottle International, Alfonso Luis Velasco, consciente de que esos 86 millones de botellas, que aproximadamente resultarán de 95 millones de kilos de uvas, podrían provocar escasez de vino. “Sin embargo, las existencias de vino en bodega de cosechas anteriores pueden perfectamente suplir esta carencia”.
En su opinión, el único problema que se presenta es un posible desajuste entre las necesidades de vino joven y roble y la producción. “Ahí serán las bodegas las que tendrán que decidir a qué tipos de vinos destinan esta cosecha”, señala, a sabiendas de que el elevado precio de la uva de este año no invita a apostar por los vinos jóvenes, donde el margen de beneficio es menor para la bodega. “Si tenemos en cuenta los datos por consumo de vino del año 2023, el 70% de las contraetiquetas en Ribera fueron genéricas, pero no hay que olvidar que ahí se incluyen no solo los vinos jóvenes, también los vinos de autor o alta expresión, que son vinos con crianzas medias o largas y de los cuales desconocemos el dato real”.
Un dato muy importante, puntualiza, son las hectáreas que se han considerado en producción. “Se calcula que andamos entre las 27.000 y 28.000, cuando el año pasado estábamos en 26.780 hectáreas, con un rendimiento de 4.392 kilos/hectárea. Si este año se han cogido 95 millones de kilos, esto nos da un rendimiento aproximado por hectárea de 3.455 kg/ha., el segundo peor de los últimos 14 años. Lo lógico es pensar que el año que viene llegaremos a las 28.500 o 29.500 hectáreas en producción, lo que, con un rendimiento de 4.300 kg/ha, que es lo de un año normal en Ribera, podríamos llegar a los 127 millones de kilos, y eso es una cantidad grande para los 90-100 millones de botellas que Ribera vende a día de hoy”.
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Esta variante, considera, puede afectar a las estrategias que las bodegas decidan estos días. “Si la bodega que ha comprado uva este año, que ha estado cara por la escasez, no logra vender el vino, querrá darlo salida a granel, pero costará también porque, si la previsión de cantidad de la siguiente cosecha es normal o alta, el precio bajará considerablemente, lo que hará que lo tengan que vender perdiendo dinero”.