“Hay que controlar a los corzos porque son un foco de enfermedades”
David y Daniel Pecharróman compaginan una cabaña ganadera con cereal y leguminosas

Los hermanos David y Daniel posan en su explotación ganadera de Fuentenebro
Lo advierten los productores de lechazos y también los ganaderos vacunos: la proliferación de corzos conlleva la propagación de enfermedades que antes no existían, como la sarna o la tuberculosis. “No es normal ni lógico que a los ganaderos la administración les exija todo tipo de cortapisas y controles, que está muy bien, pero que no exista un control de todos los corzos que están en libertad y que suponen un verdadero problema”, explica David Pecharromán García, a sabiendas de que el riesgo surge principalmente en los árboles “donde se frotan”.
Junto a su hermano Daniel, David gestiona en Fuentenebro (Burgos), una cabaña de 130 vacas con el cebadero de terneros y 500 hectáreas de cereal, oleaginosas y leguminosas, en pueblos de alrededor. “El corzo es una amenaza para todo, para las vacas y para los cultivos, porque, más allá de que come mucho, pisa mucho”, advierte.
Daniel y David heredaron el negocio familiar de sus padres. “Los dos hemos crecido ayudando en el campo y, ya en 2014, dimos el paso y, con la nueva gestión, hemos ido ampliando tanto en número de vacas como en hectáreas de cultivo”.
Aunque, tras años de preocupación, el precio de la carne por fin un respiro, David insiste en la importancia de que la lonja estabilice un cierto margen. “No puede ser que los intermediarios dupliquen o incluso tripliquen el precio de venta del ganadero”, reprocha, con la mirada puesta en un ciclo que comienza con la vaca: nueve meses de gestación y, desde que nace el ternero, otros 14 o 18 meses hasta que se vende. “Ahora el precio es verdad que está bien, pero el pienso sigue caro”, subraya.
“Nos fríen a documentación”
En su opinión, el precio del kilo de carne está así por la falta de ganaderías. “Es como las ovejas, cada vez hay menos”. Según explica, y más allá de un trabajo que “es esclavo”, porque “las vacas comen todos los días”, hay dos cuestiones que están condenando al sector: la falta de mano de obra y una burocracia cada vez más asfixiante. “Es una locura. Nos fríen a documentación. Mi hermano, que es el que lo lleva, se pasa días enteros entre papeles, y a nosotros lo que nos gusta es estar con los animales, cuidándolos para que todo vaya bien, porque somos los primeros interesados”, afirma, convencido de que la excesiva burocracia es una de las razones que empujan a muchos ganaderos mayores a jubilarse.
Tampoco hay, advierte, relevo generacional. “Nosotros, porque lo hemos mamado en casa y lo vivimos de otra manera, pero ninguno de los dos se lo aconsejamos a nuestros hijos. Primero, que estudien y luego decidan, pero ya saben que esto no es fácil”.
Junto al sinfín de papeles, preocupa los plazos que impone la administración. “Si no cumples, enseguida te ponen una sanción y, muchas veces, se te complica el día a día y no puedes tramitar tan rápido como exigen. Haría falta un poco más de flexibilidad”.
Al estar en extensivo, salvo las que han parido, que se quedan en casa hasta el destete, las vacas salen a pastar todos los días. De eso se encarga Jose. “Lleva siete años con nosotros, pero ya es casi de la familia”, agradece sin olvidar a Javi, su mano derecha en el campo y, por supuesto, a las familias, “que sufren los horarios y son un gran apoyo moral”.
No organizan parideras, por lo que continuamente tienen partos. “Nos gusta estar atentos por si se complica en algún momento”, afirma.
Como el resto de ganaderos, los hermanos temen sobre todo al mosquito EHE, que produce fiebres altas y úlceras en la boca y la garganta, por lo que las vacas dejan de comer. “Hace dos años nos atacó bastante y tuvimos problemas con algún aborto y con algunas que no se quedaban preñadas. El año pasado fue mucho mejor, ya que tuvimos pocos casos”, subraya, agradecido a Luis, el veterinario de Moradillo. “Es un hombre que sabe”.
El hecho de compaginar ganadería con agricultura ayuda muchas veces a salvar las cuentas, como hace dos años, “cuando la cosecha fue malísima”. “Para ahorrar, lo que hacemos también es sembrar leguminosas para segar en verde y usarlo como forraje para los animales”.
Últimas lluvias
A diferencia de otras zonas donde el agua ha hecho estragos, en su caso, las lluvias de las últimas semanas solo han retrasado labores como el abono. “Hasta hace dos días no hemos podido entrar, pero no se han ahogado, que era lo que preocupaba, y está todo más o menos bien. Ahora lo que falta es que llueva cuando toca, sobre todo en abril y luego en mayo y jun