El Correo de Burgos

Descubrir al lince sin dañar ni un fósil

Un equipo conformado por investigadores de la UBU y de la Universidad Complutense ha logrado demostrar, mediante técnicas no invasivas, que los linces ibéricos prehistóricos usaban cuevas como madrigueras para criar. Analizando fósiles dentales con radiografías, lograron estimar la edad de los individuos y reconstruir sus patrones de comportamiento sin dañar los restos

Rebeca García González es la investigadora principal del proyecto.SANTI OTERO

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María Merino
Burgos

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Hay descubrimientos que sorprenden por su contenido, y otros -como este- por la forma en que se han logrado y las conclusiones a las que se han llegado. Un equipo de investigación liderado por la Universidad de Burgos y la Universidad Complutense ha constatado que los antepasados del lince ibérico, ese felino tan nuestro, usaban las cuevas para proteger a sus crías hace decenas de miles de años. Lo más fascinante es que lo han averiguado sin dañar un solo fósil, gracias a una técnica adaptada de la antropología forense humana.

Rebeca García González es la principal investigadora del proyecto, paleontóloga y profesora en la Universidad de Burgos, que lleva más de dos décadas estudiando cómo crecían los humanos del pasado y que ahora ha conseguido aplicar esos mismos métodos a otros mamíferos. Con una mezcla de radiografías, dientes milenarios y muchas preguntas, su investigación nos recuerda que entender el pasado no solo es revelador, sino también esencial para conservar lo que aún tenemos. Y es que, en un contexto de cambio climático y pérdida de hábitat, cualquier pista sobre cómo sobrevivieron nuestros linces puede marcar la diferencia.

El proyecto, según García, surgió de una inquietud compartida por varios miembros del equipo: la necesidad de contar con herramientas más precisas y no destructivas para estimar la edad de muerte en carnívoros fósiles. En particular, necesitaban mejorar la interpretación del uso de cuevas por parte del lince ibérico durante el Pleistoceno. El objetivo inicial fue doble: por un lado, establecer una clasificación ontogenética robusta para Lynx pardinus basada en el desarrollo dental observable mediante radiografías; y por otro, aplicar esa clasificación a fósiles para inferir comportamientos como la crianza en madrigueras. En ese camino, adaptaron y validaron técnicas originalmente desarrolladas para restos humanos, especialmente el análisis del cierre de la cavidad pulpar de los dientes.

Trabajaron con fósiles procedentes de dos yacimientos del macizo del Garraf (Barcelona): Terrasses de la Riera dels Canyars (TC) y Cova del Gegant (CG). La recopilación de datos se hizo mediante radiografías de mandíbulas, maxilares y dientes aislados. Se trató de aplicar una metodología lo menos invasiva posible, combinando observaciones anatómicas con análisis estadísticos. Uno de los desafíos fue clasificar los restos según etapas de desarrollo sin información directa de edad, lo que resolvieron mediante un modelo basado en el cierre de la cavidad pulpar. Los dos yacimientos mostraron perfiles de mortalidad distintos: TC reflejaba una población residente, mientras que CG mostraba indicios de una madriguera estacional, lo que fue muy revelador desde el punto de vista paleoecológico, asevera la investigadora.

García explica que la técnica de análisis consiste en medir la relación entre el ancho de la cavidad pulpar y el ancho total de la raíz dental en imágenes radiográficas. A medida que el animal envejece, la dentina se deposita en la cavidad pulpar, haciéndola más estrecha. Esta relación (el índice) disminuye progresivamente con la edad. Por lo tanto, utilizan estos índices para construir un modelo predictivo que asigna a cada individuo a una de cinco categorías ontogenéticas. Esta técnica es significativa porque es no destructiva, precisa y aplicable incluso cuando solo se dispone de un diente, lo cual es habitual en yacimientos fósiles.

Los resultados que han obtenido demuestran que Lynx pardinus tiene una notable plasticidad ecológica y fue capaz de adaptarse a entornos rocosos con cuevas, lo que contrasta con su actual comportamiento en Doñana, donde cría en troncos huecos o matorrales. Esta información puede ser útil para seleccionar zonas de reintroducción adecuadas o entender por qué ciertas áreas son preferidas frente a otras. Además, la metodología podría aplicarse a restos de poblaciones recientes para estimar la edad de mortalidad de cachorros, un dato clave para evaluar la viabilidad de las camadas y mejorar las estrategias de conservación.

Rebeca García, en el laboratorio.SANTI OTERO

García expone que estudiar el comportamiento de especies extintas permite comprender cómo se relacionaban con su entorno, cómo criaban a sus crías, qué estrategias de supervivencia desarrollaban y qué factores pudieron contribuir a su declive o éxito evolutivo. En el caso del lince ibérico, hoy en día una especie emblemática para la conservación en la península ibérica, conocer sus patrones de comportamiento en el pasado ayuda a entender su flexibilidad ecológica, sus hábitats preferidos y su vulnerabilidad frente a cambios ambientales. Esta perspectiva también permite establecer paralelismos útiles con las poblaciones actuales y aportar información valiosa para su conservación.

Uno de sus principales objetivos a corto y medio plazo es continuar adaptando metodologías de estimación de edad basadas en dientes a otras especies fósiles, especialmente carnívoros y primates. El método de análisis del cierre de la cavidad pulpar ha demostrado ser versátil y fiable, por lo que están decididos a comprobar su aplicabilidad en distintos taxones, ajustándolo a sus particularidades anatómicas y ritmos de desarrollo. Esto permitirá a los grupos de investigación ampliar las herramientas disponibles para la reconstrucción de estructuras poblacionales y estrategias de vida en especies extintas.

Además, se encuentran explorando nuevas vías metodológicas que complementen el enfoque dental. En concreto, están trabajando con patrones de cambio en la forma de las epífisis óseas -una línea que García ha desarrollado previamente para homínidos fósiles- y que tiene un enorme potencial para estimar edad y estado madurativo, especialmente en ausencia de dientes.

En palabras de la profesora, este campo de investigación no es solo prometedor: es profundamente estimulante. Combinar paleontología, anatomía comparada y técnicas modernas de análisis nos permite hacernos preguntas nuevas sobre la vida de especies extinguidas, explica. Su aspiración, dice, es seguir ampliando el alcance de estas herramientas y contribuir a una visión cada vez más precisa e integrada de la ontogenia en el registro fósil. Porque -como ella misma recuerda- estudiar fósiles es mucho más que analizar huesos: es intentar reconstruir historias de vida que aún tienen algo que contarnos.

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