El Correo de Burgos

Sillas de ruedas donde Google Maps y los drones no llegan para «cambiar el mundo»

El proyecto Mizura, capitaneado por el mirandés Dabiz Riaño y el nipón Akira Kato, permitirá reconstruir espacios en 3D para evaluar su accesibilidad. Después de la Catedral de Burgos, el equipo visitará la Giralda de Sevilla y la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela en 2025

Daniel Archilla, Dabiz Riaño y Óscar Pérez; en la Catedral de Burgos, junto a sus colaboradores en el proyecto Mizura.

Daniel Archilla, Dabiz Riaño y Óscar Pérez; en la Catedral de Burgos, junto a sus colaboradores en el proyecto Mizura.ECB

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«Cuando naces, todo el mundo te mira igual. Después, esa mentalidad se va transformando. Hay normales y tullidos. Y si eres un tullido, te sientes mal contigo mismo. Piensas que no vales para nada y que es mejor que te vayas».

Dabiz Riaño habla claro, sin pelos en la lengua y con conocimiento de causa. Su vida cambió de la noche a la mañana, hace 15 años, cuando le detectaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Con plaza fija en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y residencia en Michigan (Estados Unidos), tuvo que hacer las maletas, volver a España y enfrentarse a una nueva y durísima realidad. Lejos de hundirse, decidió plantar cara a su destino. El tiempo corría en su contra y tenía que aprovecharlo. De paso, se convirtió en activista partiendo de una premisa indiscutible: «La diversidad nos hace más resilientes».

Muchas son las batallas que ha librado ya este científico oriundo de Miranda de Ebro. Y las que le quedan. Siempre se trae algo entre manos, pero el proyecto Mizura que lidera junto al investigador japonés Akira Kato es harina de otro costal. Cualquier persona en silla de ruedas podría «llegar donde no llega el coche de Google Maps y tomar datos donde un dron tiene prohibido volar». El objetivo, a grandes rasgos, es reconstruir espacios -tanto interiores como exteriores- en 3D para evaluar su accesibilidad. Y eso solo sería, tal y como detallará Riaño a continuación, la punta del iceberg.

Mizura se puso en marcha el pasado mes de julio gracias a una beca de 40.000 euros a cargo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECyT). Vigente hasta diciembre de 2025, se nutre de un equipo multidisciplinar e inclusivo. Desde Luis M. Riaño, técnico de hardware jubilado, hasta el taxista senegalés y asistente personal de Dabiz, Serigne M. Ndiaye alias ‘Capi’, hasta el artista con diversidad funcional Raúl Aguirre o el jugador de baloncesto Darío López.

El origen del proyecto, sin embargo, se remonta a 2021. Japón en plena pandemia: solo se permitía la entrada de nativos y personal docente. Riaño tuvo que pelear más de la cuenta para que le dejasen aterrizar en el país nipón junto a dos ayudantes tras obtener una beca de la Japan Society for the Promotion of Science. «Mentalmente fue muy duro», matiza al recordar los quebraderos de cabeza cuando le querían dar un visado de 90 días a pesar de que su estancia era de 120 o el medio mes inicial de cuarentena en un par de hoteles.

Al final mereció la pena. Sobre todo por el hecho de conocer a Akira Kato, inmerso por aquel entonces en el diseño de un LiDAR capaz de «detectar obstáculos en el suelo para ayudar a las personas ciegas o en silla de ruedas». Con el sensor incorporado en la silla, «el láser va señalando no solo un punto sino un área muy grande». Tanto que puede abarcar un rango de 360 grados y reconstruir tridimensionalmente cualquier espacio.

Con esta tecnología en sus manos, Riaño y compañía han realizado diferentes pruebas en el Castillo de Sajarraza (La Rioja) y la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid). También en la Catedral de Burgos, donde Riaño acudió el pasado martes en compañía de Daniel Archilla, afectado por una enfermedad rara con síntomas muy parecidos a la ELA y Óscar Pérez, voluntario de la Asociación de Personas con Lesión Medular y otras Discapacidades Físicas (Aspaym).

Sin informar de sus planes, haciéndose pasar por turistas junto a varios colaboradores, se adentraron en la Seo burgalesa para «validar el sensor, medir los escalones, ver qué error hay en las medidas y comprobar si está funcionando bien el sistema». También analizaron los alrededores, llegando hasta la cercana iglesia de San Nicolás de Bari. Y lo hicieron, tal y como remarca el activista mirandés, respetando la privacidad de turistas y transeúntes porque «no tomamos fotos de nadie».

«Me pareció impresionante», confiesa Archilla. Licenciado en Humanidades, graduado en Historia, con un Máster en Periodismo Digital y otro en camino de Gestión Cultural y de Industrias Creativas, no se lo pensó dos veces cuando Riaño le pidió colaborar. «Me llenó de orgullo que Dabiz confiara en mi. Es un proyecto muy interesante porque las escaleras no dejan de ser un impedimento», advierte mientras hace hincapié en lo «vulnerables» que se sienten las personas en silla de ruedas cada vez que detectan barreras arquitectónicas.

Pérez, por su parte, entró en contacto con Riaño a través de Leticia Río, coordinadora del Centro de Día de Aspaym en Burgos. Un valioso «nexo de unión» que le ha permitido conocer a un «monstruo muy valiente» que «no para» con tal de defender los derechos de las personas con diversidad funcional. La experiencia, «muy entretenida», viene de perlas para «fijarse mucho más en los obstáculos». No en vano, considera que Burgos «ha cambiado muchísimo a mejor» en los últimos 20 años. Aun así, «queda mucho por hacer» y está dispuesto a seguir luchando por un mundo «libre de barreras».

El proyecto también puede servir para «medir la contaminación atmosférica» o «cuantificar la cantidad de polen»

De cara a 2025, el equipo Mizura prevé desplazarse a otros puntos clave del patrimonio nacional como la Giralda de Sevilla para «reconstruirla por dentro y por fuera». Y la plaza del Obradoiro, santo y seña del Camino de Santiago. Una cuenta pendiente para Riaño, quien no se cansa de denunciar la nula accesibilidad de la entrada triunfal cada vez que realiza la Ruta Jacobea.

Más allá de la utilidad del proyecto dentro de este ámbito, sin obviar el interés turístico que despertarían las visitas virtuales a espacios tan emblemáticos como la Catedral de Burgos, Riaño destaca el potencial del LiDAR para «medir la contaminación atmosférica» o «cuantificar la cantidad de polen». Además, se podría crear un importante nicho de empleo para cualquier usuario de silla de ruedas. Y supondría, desde luego, «un motor de cambio para incentivar las escuelas inclusivas donde, por ejemplo, una persona ciega enseñe a un compañero cómo moverse en la oscuridad».

La idea, en cuanto venza el plazo de la beca, sería publicar un artículo con las principales conclusiones y seguir buscando vías de financiación. Riaño ve factible crear una startup y cambiar el paradigma imperante en la actualidad. Es decir, «que no nos vean como una carga, sino como una fuente para resolver problemas que parecen complicados de una manera mucho más sencilla».

«Las personas con diversidad funcional no formamos parte de ningún proceso de toma de decisiones»

Consciente de que «las personas con diversidad funcional no formamos parte de ningún proceso de toma de decisiones», el investigador burgalés sabe a ciencia cierta que «vamos a cambiar el mundo». Quizá no mañana, pero sí a corto plazo. Para lograrlo, hace falta alzar la voz y denunciar que cualquier acto de discafobia. Como el de la mismísima NASA, que rechazó su proyecto con pretextos excluyentes como que «es peligroso para una persona en silla de ruedas ir por calles de una ciudad que no conoce».

Dar guerra ante la injusticia, no queda otra. Como la que sufre Archilla cada vez que va a clase a la Facultad de Arquitectura en Alcalá. Obligado a entrar por la puerta trasera ante la imposibilidad de acceder por la principal por culpa de los escalones, tiene que «llamar y esperar a ver si está el conserje». Está harto, y con razón, de que no le hagan caso. Pero no le cabe duda, al igual que a Dabiz y Óscar, de que el que la sigue la consigue.

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