El Correo de Burgos

Casi 40 años entre fogones: Pilar, la cocinera que ha visto cambiar la escuela rural de Peñaranda

"Cada año hay menos niños, y si nadie hace nada, el futuro de los colegios rurales será difícil”, advierte

Pilar posa en la cocina del colegio de Peñaranda

Pilar posa en la cocina del colegio de PeñarandaLoreto Velázquez

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Aranda

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Nadie lo pone en duda. Los primeros días de colegio son especiales para niños y para padres. También para Pilar Juez Ortiz, la cocinera del Colegio Rural Agrupado ‘Diego Marín’ de Peñaranda. Pilar comenzó a trabajar en la escuela cuando su madre, la ‘señora Catalina’, se jubiló hace 39 años. “Llevo aquí toda la vida y me encanta ser cocinera de colegio, pero ya no es lo de antes, cada vez hay menos niños”.

Ella lo tiene claro: “si nadie hace nada, el futuro de los colegios rurales será difícil”.

El curso ha empezado ya con ocho alumnos menos y la previsión no es esperanzadora. “Si seguimos así es probable que en uno o dos cursos quiten un aula porque no entran niños”, lamenta a sabiendas de que el colegio de Peñaranda “ni es el único ni es el peor”. “Ahora es verdad que hemos perdido ocho, pero nos vamos manteniendo. Hay otros colegios en pueblos de alrededor que están mucho peor”.

Atrás quedan los años de abundancia. “Cuando empecé había casi 200 niños y ahora, en el comedor, no superamos los 70. Es la realidad de los pueblos”, lamenta.

“Antes comíamos requetebién”

No es lo único que ha cambiado. “Por imposición de Sanidad, desde hace cuatro años, ya no podemos hacer la comida de forma casera; ahora llega todo congelado y luego ya lo cocino. Dicen que es por evitar riesgos y alergias, pero la verdad es que estaba todo más rico antes”, advierte con la mirada puesta en los años en los que el colegio se encargaba de comprar todos los productos frescos a proveedores de la zona. “Toca adaptarse, no queda otra, pero antes comíamos requetebién”.

“Falta educación y respeto”

Junto a ella trabaja Teresa Hernán Joaquín. “Hacemos un buen equipo”, destaca. En sus casi 40 años como cocinera escolar, Pilar observa un preocupante cambio de tendencia. “Es una pena decirlo, pero antes los niños estaban bastante mejor educados, ahora impera el egoísmo, no empatizan”, señala mientras pone como ejemplo la recogida de cada día. “Antes, las chicas mayores, que entonces terminaban el cole con 16 años y no con 12, como ahora, me ayudaban a fregar. Todos recogían. Ahora te dicen que ‘para eso te pagan’, falta educación y respeto a los mayores”.

Mención especial merecen los modales, o la falta de éstos. “Muchos no saben ni sentarse a la mesa”, lamenta convencida de que la educación debe partir desde casa.

A la hora de comer, los alumnos tienen preferencias claras. “Cuando la comida era casera, les volvía locos la tortilla de patata. De hecho, en el lunch que preparamos a los padres por Navidad, todavía me la siguen pidiendo. Ahora, con el nuevo sistema, lo que más gusta es la sopa y el pollo, en todas sus versiones. Luego hay otros platos que comen bien, como el potaje, y como plato más conflictivo, digamos, están las alubias, que son más reticentes, pero aquí nadie se va mientras quede comida en el plato”.

Los postres también han cambiado. “Antes los hacía yo: natillas, mousse de limón, de chocolate, de fresa... ahora hay mucha fruta, yogures...”.

Aunque los productos llegan congelados para reducir riesgos alimenticios, Pili pone su toque. “El otro día, por ejemplo, hice un puré a la marinera con pescado y unos filetes con salsa de manzana que estaban riquísimos”, asegura.

Pensando en la jubilación

Pero lo cierto es que el calendario avanza y, tras casi 40 años en la cocina, llega el momento de empezar a pensar en la jubilación. “Tengo 64 años y no sé qué voy a hacer. Aquí todos me piden que me quede, pero posiblemente me jubilaré el año que viene. Me siento bien y me dará mucha pena dejar de trabajar en este cole, pero ya son muchos años al pie del cañón”.

Al igual que ella hizo con su madre, Pili confía en que su hija dé también el paso y se haga cargo de la cocina cuando ella se jubile. “Ahora trabaja en el comedor como monitora y luego por la mañana en madrugadores. Estoy convencida de que se le daría bien”.

Trucos, asegura, no hay. “Cuando llevas tantos años ya lo haces todo a ojo. Sabes lo que pide cada cazuela”.

Ya no sobra tanta comida. “Ahora, con la empresa, viene todo medido y va racionado por gramos en función de la edad de los alumnos. Siempre sobra un poco, que sacamos para los que quieran repetir, pero antes había más comida”.

Aniversario

Las escuelas de Peñaranda están además de enhorabuena. Cumplen 100 años de historia en los que ha habido avances determinantes. Atrás quedaron los años en los que el 80% de los escolares terminaba sin saber leer, escribir o realizar cálculos básicos. Hoy, como CRA Diego Marín, su realidad es bien distinta. Según explica su director, Ángel Abad, ayuda a crecer a 80 alumnos de Infantil y Primaria, entre niños de Peñaranda y de diez localidades diferentes que acuden en cuatro rutas: Arandilla y Coruña del Conde, Hontoria de Valdearados y San Juan del Monte, Zazuar, Casanova y Brazacorta, y Guma, La Vid y Zuzones. Además, comparte maestros con las escuelas de Baños de Valdearados y Caleruega.  “Hacemos muchísimos proyectos, intentamos estar al día con las nuevas tecnologías, participando incluso en concursos internacionales, y tenemos un contacto continuo con la naturaleza. Salimos al río, al campo, hacemos una acampada por trimestre... Es una maravilla”, anima.

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